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En el año del COVID ¡vaya que se ha movido el cobre! En enero se sumergió debajo de su “precio verdadero” de 2,65 dólares de hoy por libra, su promedio a lo largo de un siglo (gráfico 1), y en abril se encontraba un 17 por ciento más abajo. A partir de ese momento experimentó una recuperación espectacular, que en diciembre lo ha elevado un tercio por encima de donde empezó el año, más arriba que en su recuperación del 2018, y un 50 por ciento por encima de su promedio de largo plazo.
Gráfico 1: Precios del cobre desde 1935 |
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MANUEL RIESCO LARRAÍN |
Bueno, en el año del COVID todo ha subido, después de derrumbarse hasta abril. Materias primas, bolsas desarrolladas, emergentes y, desde noviembre, hasta la bolsa y el peso chilenos. Todo anda por las nubes. Comparado con lo que han subido los mercados desarrollados, el cobre en realidad ha seguido corrigiendo la gigantesca burbuja, que durante la primera década del siglo lo había elevado seis veces por encima de éstos (gráfico 2).
Gráfico 2: Siglo y medio de capitalismo |
En el año del COVID ha subido todo menos la economía. Ésta ha sufrido su peor caída desde los años 1930, como comprueban todos los organismos especializados.
Pero también se ha derrumbado el dólar. Llegó a perder un tercio de su valor relativo al oro y termina el año un quinto por debajo de éste. Está en sus mínimos históricos. Su emisión sin precedentes ha inundado los mercados financieros, provocando una “inflación de activos” que no registra el índice de precios a consumidor. La devaluación del dólar y otras monedas “fuertes” es un fenómeno económico principal, en el año del COVID.
O sea, medido en oro, en realidad todo ha bajado en el año del COVID. Más o menos a la par con la economía. La bolsa y el peso chileno mucho más. El cobre expresado en oro vale lo mismo que hace un año (cuadro 1) y está cerca de sus mínimos históricos, los que igualó en mayo (gráfico 5). Parece razonable.
¿Como sigue la cosa? Hay dos posibilidades, que dependen de la sima del ciclo secular iniciado con el siglo. ¿Tocaron fondo las economías desarrolladas al finalizar la primera década? ¿Puede el COVID precipitar una nueva caída general, aún más abajo que la presuntiva sima de entonces?. Vamos a ver.
En ambos casos, sin embargo, la perspectiva del precio del cobre es muy obscura para las décadas que vienen. Así ha evolucionado en los ciclos seculares anteriores, a lo largo de un siglo.
Después de cada cima secular, las economías desarrolladas y sus mercados financieros caen a tumbos hasta tocar el fondo de su fase de crisis. Ésta se extiende no menos de década y media, y en ocasiones poco más de dos. Superada la sima, inician su larga recuperación secular hasta que sobrepasan la cima precedente. Luego se elevan exuberantes hasta alcanzar su siguiente cima. El período completo de cada ciclo secular dura tres décadas y media, poco más, poco menos.
El “superciclo” del cobre y el resto de las materias primas se mueve en sincronía con el ciclo secular de las economías desarrolladas, pero exactamente al revés. Se eleva al doble de su precio verdadero en las fases de crisis secular y se derrumba a menos de la mitad de éste durante las recuperaciones. Oscilando a cada instante al ritmo de los mercados desarrollados y dando grandes tumbos, hacia arriba y hacia abajo (gráficos 1 y 4).
Todo ello obedece a causas económicas profundas. A las que se sobreponen fenómenos puramente monetarios. Éstos últimos han quedado en evidencia en el año del COVID. Precisamente debido a los segundos, es posible que la cotización del cobre en dólares suba durante un tiempo, más o menos a la par con el oro. Como ha venido sucediendo en los últimos dos meses.
En las décadas que vienen y hasta el fin del ciclo secular en curso, y sin perjuicio de tumbos como el que atraviesa en estos días, el precio del cobre permanecerá sostenidamente por debajo de su promedio secular, de 2,6 dólares de hoy por libra. Y puede caer a la mitad del mismo.
No hay vuelta que darle. Ni peor error que suponer “esta vez será diferente”. La variable clave que hay que observar hoy es la cotización del oro.
El ciclo secular que se inició con el siglo
Antes del COVID, todo indicaba que el ciclo secular de las economías desarrolladas, iniciado con el nuevo siglo, había tocado fondo a finales de su primera década. Así parecía, aunque con muchos “pero”, importantes anomalías. Habría sido la caída más pronta y la más leve. Después del COVID este asunto no parece tan claro.
Si el ciclo secular de las economías desarrolladas hubiese topado fondo hace una década, entonces la recaída experimentada a partir del 2018, y agudizada brutalmente en el año del COVID, sería sólo un severo bache. Una interrupción transitoria en el largo camino de recuperación secular de dichas economías. Iniciado con la década que ahora termina. Si así fuera la cosa, tras una rápida recuperación el 2021 y 22, las economías desarrolladas reanudarán su largo ascenso secular, el que estaría ya a medio camino. Hasta alcanzar su cima secular a mediados de la década del 2030.
Así lo esperan todos. Así se justifican las insensatas alturas que han alcanzado por estos días los mercados financieros. Mientras las economías se debaten en cuarentena. Las familias y empresas se sostienen con ayuda fiscal. Financiada con deuda y emisión monetaria, masivas.
Sin embargo, tras el año del COVID, también parece plausible que las economías y bolsas desarrolladas caigan aún más. Incluso por debajo de su supuesta sima del 2009. Sólo entonces se iniciaría realmente la recuperación secular.
De hecho, expresado en oro, el dólar está tan depreciado hoy como lo estuvo el 2011. Y antes, en 1980, en las simas de los últimos ciclos seculares, una presuntiva la otra real. El Bank of America pronostica que, así medido, el dólar terminará el 2021 en la mitad de su valor de hoy. Sería muy extraño que eso ocurriera sin una caída paralela de todo el resto de los activos financieros. En los ciclos anteriores el dólar sólo ha tocado fondo en lo más hondo de cada sima secular (gráfico 5).
Por otra parte, en el año del COVID, la proporción de la población estadounidense mayor de 16 años con ocupación asalariada, cayó a 54,6 por ciento. Peor que el 2010, cuando llegó a 54,9 por ciento. Es su registro más bajo de este siglo, que se inició con dicha proporción en su récord histórico de 62,2 por ciento. Según esta importante medida de la actividad económica real, el ciclo secular de la economía estadounidense en realidad estaría topado fondo, no en el 2010 como se pensaba, sino en el año del COVID.
La recuperación secular de las economías desarrolladas se reanudará de una u otra manera. Así se han comportado a lo largo de un siglo y medio. Puede ser más o menos rápidamente o, después del COVID, tras una nueva caída estrepitosa. Del dólar, las bolsas, y todos los activos financieros. Incluido el cobre.
Así se marcaría el fondo de este ciclo secular. Con todo derrumbado, menos el oro. Es el único precio que sube en las fases más agudas de cada crisis. Así sucede siempre (gráfico 4).
Sea como fuere, apenas las economías desarrolladas retomen su recuperación secular, en paralelo se derrumbarán los precios del cobre. Y más todavía, el oro. Por cierto ambos oscilando a cada instante y a grandes tumbos.
El cobre y el oro caen juntos a lo largo de la recuperación secular. Siempre el cobre de manera más volátil, con oscilaciones y tumbos intermedios más marcados. Sin embargo, mientras las economías desaarrolladas se elevan de sima a cima secular, el oro cae todavía más bajo que el cobre. Entre 1980 y 1999, en el curso de ascenso del ciclo secular anterior y medidos en dólares de hoy, Wall Street subió casi ocho veces, al tiempo que el cobre caía en un tercio y el oro a la mitad (gráfico 4).
Así sucederá nuevamente con toda probabilidad, cuando se reanude la fase de ascenso del ciclo secular de las economías desarrolladas.
En el caso que dicho ciclo hubiese tocado fondo a fines de la primera década del siglo, el precio del cobre y más todavía el oro, caerán apenas la fase de ascenso secular de las economías desarrolladas se reanude. Tras el bache iniciado el 2018 y agudizado en el año del COVID.
Alternativamente, si la sima del ciclo aún no se alcanza, el precio de estos metales subirá hasta alcanzarla, especialmente el oro. Luego caerán ambos a partir del momento en que la fase de ascenso secular se inicie verdaderamente. Esto sucederá tras derrumbarse todos los mercados, todavía más abajo de lo que se hundieron a finales de la primera década. Todos menos el oro.
Durante dicha caída final, es posible que la cotización del cobre en dólares siga por un tiempo la del oro en su curso alcista. Algo de eso ha venido sucediendo en los últimos dos meses.
La variable clave que hay que observar hoy es el precio del oro. Mientras el oro siga subiendo, lo probable es que el cobre expresado en dólares vaya “a la siga”, subiendo más o menos a la par. Se trata de un fenómeno puramente monetario. Es sólo devaluación del dólar.
Hasta el derrumbe final, en que el cobre caería junto al resto de los mercados. El único que se salva en esa vuelta es el oro.
Determinantes económicas y monetarias del “superciclo” del cobre
El sorprendente comportamiento secular, a contrafase, del cobre y el oro, respecto a las economías desarrolladas, obedece a dos causas principales, una económica y otra puramente monetaria, que se superponen. Esta última es la que ha quedado en evidencia en el año del COVID.
Las causas determinantes del comportamiento a contrafase de las economías desarrolladas y emergentes, a lo largo del ciclo secular de las primeras, así como de los ciclos mismos, son ciertamente económicas.
De partida, la causa principal de los ciclos es puramente económica. Son determinados por el movimiento de la tasa de ganancia en las economías desarrolladas. Nunca hay que olvidar que el capitalismo no es un modo de producción de mercancías sino de plusvalía. La fluctuación de la tasa de ganancia determina los ciclos normales, que sobrevienen a cada década o poco menos. Su oscilación secular determina los grandes ciclos seculares
Como demostró Robert Brenner, dicha oscilación secular de la tasa de ganancia sólo se manifiesta en las industrias transables de las economías dominantes, y se debe a la competencia de potencias emergentes.
Hasta ahora se han registrado dos ciclos seculares en el siglo XIX y tres en el siglo XX. El que está en curso se inició con este siglo. Dos décadas más adelante todavía está por verse si ha tocado fondo (gráfico 3).
Gráfico 3: Activos financieros comparados con mercados desarrollados, en el curso del ciclo secular actual |
El cobre y el oro caen cuando las economías desarrolladas se recuperan y crecen, por la misma causa que los eleva durante las década precedentes, en que aquellas permanecen en crisis (gráfico 4). La causa de dicha caída y también de su auge precedente, es el vuelo migratorio de capitales. Retornan a casa en las economías desarrolladas en recuperación, después de su bajada a especular en el Sur, al quedar sin ocupación ocupación productiva durante los años anteriores de crisis.
Gráfico 4: Oro y Cobre en dos ciclos seculares |
La demanda misma de los bienes escasos, entonces, no tiene uno sino dos determinantes. Consumo productivo para satisfacer la demanda final, como todas las demás mercancías, pero además demanda por especulación.
Oro y dólar
Adicionalmente a su causa económica, el movimiento del “superciclo” del cobre, en perfecta sincronía pero a contrafase del ciclo secular de las economías desarrolladas, obedece también a un factor puramente monetario: la devaluación del dólar y otras monedas de economías desarrolladas durante su fase de crisis secular. Seguida por la revaluación de las mismas en el curso de su ascenso secular (gráfico 5).
Gráfico 5: Wall Street, Dólar y Cobre, medidos en oro a lo largo de dos ciclos seculares |
Ello resulta en depreciar sus monedas considerablemente a lo largo de las décadas de crisis seculares. Al revés, durante las recuperciones seculares, aplican políticas monetarias restrictivas y reducen el déficit fiscal. Y sus monedas se fortalecen (gráfico 5).
Tradicionalmente, dicha depreciación se manifestaba en inflación general, medida en el índice de precios al consumidor. La devaluación del dólar fue tan considerable en la crisis secular iniciada en 1966, por ejemplo, que en agosto de 1971 forzó a terminar el acuerdo de Bretton Woods. Desde 1944, éste había establecido la convertibilidad del dólar y el oro, a una paridad fija de 35 dólares por onza. La libre cotización del oro desde 1971, restableció al metal como medida universal de valor. La función esencial del material dinero.
Como se sabe, la economía clásica establece que, para poder expresar el valor de todas las demás mercancías, para servir de equivalente universal, el dinero debe ser también una mercancía. Es decir, un producto del trabajo humano que se transa en el mercado y por lo mismo tiene valor en sí mismo, que se manifiesta en el intercambio.
Otra cosa bien distinta son las monedas. Éstas son nombres nacionales de determinadas cantidades de dinero, como decían los economistas clásicos. Pero no tienen valor en sí mismas. Su disponibilidad es fijada discrecionalmente por la autoridad monetaria. Que establece además su curso forzoso en el territorio de cada país.
Lo anterior no tiene nada que ver con el denominado “patrón oro”, concepción que restringe la cantidad de moneda a las reservas de oro. La economía clásica la consideraba una tontería, algo así como el dólar a 39 pesos de los Chicago boys. Puesto que impide a los bancos centrales manejar con flexibilidad la emisión monetaria, lo que es siempre necesario y vital en períodos de crisis.
De este modo, a partir de 1971, el valor del dólar se puede medir nuevamente leyendo al revés la cotización del oro en esa moneda. Tal como recomendaba la economía clásica. Así medido, el dólar elevó cinco veces su valor desde la sima secular de 1980, hasta la cima de ese ciclo al fin del siglo. Antes, había caído a la quinta parte entre 1973 y 1980. Previamente se había depreciado en un tercio desde 1971, cuando que terminó su paridad con 1/35avo de onza de oro.
En el curso del ciclo que se inició con el nuevo siglo, el dólar se ha vuelto a depreciar a la quinta parte, respecto del oro (gráfico 5).
En el año del COVID, el valor del dólar así medido se ha depreciado en un quinto, después de haber perdido en mayo hasta un tercio del mismo. Leyendo su cotización al revés, actualmente un dólar equivale a poco más de 1/2000avo de onza de oro (cuadro 1).
Cuadro 1: Precios del día |
Oro y cobre
El comportamiento del cobre, otras materias primas, y muy especialmente el oro, es más estable que las bolsas, monedas y deudas, de las economías emergentes. John Authers, legendario editor del Financial Times durante la crisis “subprime”, hoy en Bloomberg, ha bautizado este conjunto de activos financieros como el “complejo emergente”. Sus oscilaciones cotidianas, un “reflejo amplificado” del movimiento de los mercados desarrollados, como constató Authers, resultan menos amplificadas que las que afectan a bolsas y monedas emergentes.
Por otra parte, y es su particularidad más relevante, el cobre y el oro conservan su valor. Y la relación entre ambos a la larga se mantiene. El resto de los activos financieros, en cambio, modifica sistemáticamente el suyo.
El oro es notoriamente más estable que todos los demás activos financieros. Es el único precio que sube durante las fases más agudas de las crisis. Cuando todo lo demás se derrumba. Incluido el cobre (gráfico 6).
Gráfico 6: Oro, cobre, mercados desarrollados y emergentes, desde 1981 |
El precio del cobre expresado en oro oscila en torno a dicho promedio. Se eleva por encima del mismo en las fases de crisis secular, usualmente en la primera o la segunda década de cada ciclo. A la inversa, al iniciarse la recuperación secular, el cobre cae a la mitad de su promedio relativo al oro. Oscila en torno a ese deprimido nivel durante la primera década de ascenso secular, poco más o menos. Luego sube al promedio y oscila en torno al mismo hasta que el ciclo culmina alcanzado su cima. Expresado en oro, el cobre termina cada ciclo secular e inicia el siguiente, más o menos en su promedio de largo plazo (gráfico 4).
En el ciclo iniciado con el siglo, el cobre expresado en oro se elevó nuevamente al doble del promedio durante la primera década de crisis. Y se derrumbó a la mitad del mismo en la segunda década, mientras las economías desarrolladas presuntivamente iniciaban su recuperación secular. Al terminar el año del COVID, el precio del cobre relativo al oro se encuentra cerca de sus mínimos históricos, los que rozó en mayo del 2020 (gráfico 5).
Oro y “complejo emergente”
Los fenómenos económicos y monetarios que causan la inevitable caída del oro y el cobre durante la recuperación secular de las economías desarrolladas, afectan del mismo modo al “complejo emergente”.
La particularidad que distingue al oro, y en menor medida al cobre y otras materias primas, del resto del “complejo emergente”, es que su valor real permanece más o menos constante de un ciclo a otro. Sus precios no presentan tendencia secular al alza. Tampoco a la baja. Ello indica que la innovación tecnológica compensa su creciente escasez. La relación entre el cobre y el oro se mantienen asimismo en el largo plazo. De este modo, La tendencia dsecular del precio del cobre expresado en oro es asimismo notablemente horizontal y coincide con su promedio (gráfico 1).
En cambio, las bolsas y otros activos financieros suben de valor a una tasa secular parecida al PIB. Reflejan el incremento de la agregación de valor. Ésta, por su parte, sigue muy de cerca el aumento en el número de asalariados ocupados.
Desde 1981, cerca de la sima del ciclo secular anterior, hasta el 2011, la presuntiva sima del ciclo actual, y medidos en oro, el cobre elevó su valor en 40 por ciento. Las bolsas desarrolladas subieron un 85 por ciento, equivalente a un 2,1 por ciento anual en promedio, algo menos que el crecimiento del PIB, lo que parece razonable. En el mismo período, en cambio, las bolsas emergentes sextuplicaron su valor relativo al oro, y la bolsa chilena multiplicó el suyo 14 veces.
Es decir, aproximadamente de sima secular a sima secular presuntiva, y medidos en oro, que es una manera adecuada de comparar ambos ciclos, las economías y bolsas desarrolladas subieron más o menos al ritmo del PIB, pero en cambio el “complejo emergente” se encontraba en una enorme burbuja, la que afectaba también el precio del cobre (gráficos 6 y 7).
Desde el 2011 a diciembre 2020, en cambio, tras su recuperación hasta el 2018 y la fuerte caída desde entonces, agudizada en el año del COVID, recuperadas en los últimos meses, y medidas en oro, las bolsas desarrolladas se duplicaron. Las emergentes subieron un cuarto y la chilena cayó a la mitad, reuniéndose con las emergentes. Ambas en un nivel similar al que tenían a inicios de los años 1990. Se han corregido de ese modo las inmensas burbujas que desde aquellos años venía afectando al “complejo emergente”.
En el caso del cobre, y aún después de su espectacular rebote del 2020, se encuentra un tercio por debajo de su valor del 2011, en la presuntiva sima del actual ciclo secular actual (gráficos 6 y 7).
Gráfico 7: Dólar (oro invertido), cobre, mercados desarrollados y emergente, medidos en oro desde 1981 |
Al expresar todos estos precios en oro, se corrige la variación del dólar, el que se depreció en un tercio respecto del oro, desde 1981, cerca de la sima secular del ciclo anterior, y la presuntiva sima secular del actual en el 2011. Tras recuperarse hasta el 2018, el dólar ha vuelto a caer a sus mínimos históricos, al finalizar el año del COVID.
El año del COVID precipitó las tendencias seculares que venían cursando en la economía mundial y agudizó las que habían estallado en Chile tras el 18-O. Cuando termine el 2021 muchas cosas habrán pasado. Ojalá las vacunas hayan acabado con la pandemia y las sucesivas elecciones chilenas hayan resuelto la crisis política nacional. En la economía, varias de las preguntas planteadas hoy habrán sido respondidas. En éste ámbito, hay que seguir lo que sucede con el oro.
Manuel Riesco, diciembre 2020