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jeudi 31 août 2023

MUERE TEILLIER: SUS TRES GRANDES MOMENTOS Y EL LÍO DE LA SUCESIÓN

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65 años de militancia en el PCCH/ Muere Teillier: sus tres grandes momentos y el lío de la sucesión/ 
Falleció Guillermo Teillier, presidente del PCCH durante 18 años, quien lo consolidó como fuerza parlamentaria y apoyó la formación de cuadros jóvenes, quienes compartieron liderazgos en la generación que llegó al poder con Gabriel Boric. Tellier tuvo un rol activo en la dictadura, de la cual fue víctima directa por tortura, habiendo servido de enlace con la izquierda internacional, y autorizado el atentado contra el dictador Augusto Pinochet. 

por Lun Lee

FOTO DIARIO FINANCIERO

Alrededor de las 3:27 de la madrugada de este martes 29 de agosto se reportó el fallecimiento de Guillermo Teillier. El hasta entonces presidente del Partido Comunista (PCCH), había sido internado el 14 de agosto pasado en el Hospital Clínico de la Universidad de Chile luego de meses con complicaciones de salud posteriores a un cuadro por covid-19. Además, había sufrido una trombosis intestinal y en mayo de este año se había sometido a una intervención quirúrgica. 

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El histórico militante (65 años en el PCCH) estuvo a la cabeza del partido durante 18 años y bajo su conducción alcanzó una participación política que había sido muy esquiva durante los años concertacionistas.

En efecto, desde el retorno a la democracia, los comunistas no habían logrado conquistar la representación parlamentaria, recién el año 2009 logran tres escaños en la Cámara, luego de que se acabase el sistema electoral binominal con el que entonces se excluía al PC, el único gran partido que no comulgaba con los acuerdos de la Transición, de la mano de su presidenta Gladys Marín, quien murió en marzo de 2005, con 63 años a causa de un tumor cerebral.

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El panorama fue mejorando sistemáticamente bajo el liderazgo de Teillier, y ahora el PCCH posee dos senadores -incluida Claudia Pascual, por Santiago- y 12 diputados y diputadas. En paralelo, el PCCH comenzó a entrar en el engranaje político al sumarse a la Nueva Mayoría que surgió para adherir a la propuesta política del segundo gobierno de Michelle Bachelet (PS), momento en que el PCCH volvió al gobierno con Pascual como ministra de la Mujer (2014-2018) y Marcos Barraza en Desarrollo Social (2015-2018). 

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El panorama fue mejorando sistemáticamente bajo el liderazgo de Teillier, y ahora el PC posee dos senadores -incluida Claudia Pascual, por Santiago- y 12 diputados y diputadas.

En paralelo, el PC actualmente cuenta con seis alcaldías, Tierra Amarilla, Canela, Los Lagos, Lo Espejo, Recoleta y Santiago, estas dos últimas municipalidades han sido claves para el Partido Comunista. En Recoleta, Daniel Jadue consolidó su liderazgo a lo largo de los años en dicha comuna y forjó a través de tres períodos alcaldicios un liderazgo nacional inédito para los comunistas. 

Eso sí, en las primarias presidenciales de Apruebo Dignidad de 2021, el alcalde de Recoleta, Daniel Jadue, alcanzó un 40% de las preferencias, siendo su contendor el actual presidente, Gabriel Boric (CS). 

Por otra parte, el actual gabinete presidencial de Boric posee tres ministros comunistas, con dos asientos en el Comité Político; Camila Vallejo en la Vocería, Jeannette Jara en Trabajo y Nicolás Cataldo en Educación.

De todos modos, los largos años de militancia y dirigencia de Tellier en el PCCH, lo hacen un actor indispensable para entender la política chilena. Y hay tres momentos en que su protagonismo es relevante y que explican la importancia de su figura. 

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Primer momento: los dos nombres de Teillier

Guillermo Teillier dedicó su vida a la política. Ingresó a las Juventudes Comunistas en 1958, a los 14 años, para luego llegar a los más altos cargos de su partido, donde esos liderazgos son ampliamente respetados internamente. En 2002 asumió como secretario general del PCCH y el 2005 como presidente interino, tras la muerte de Gladys Marín, para ser confirmado como presidente titular en el XXIII° Congreso Nacional del PCCH de noviembre de 2006.

En voz de Lautaro Carmona, secretario general del PCCH, en la despedida de Teillier de este martes, el líder fallecido fue: "Joven allendista, apoyó con todas sus energías a la UP. Combatiente y luchador antifascista contra la dictadura. Estratega para la consolidación de las fuerzas populares y de izquierda. Estadista". 

LLEGADA DEL FÉRETRO CON EL CUERPO DE GUILLERMO TEILLIER. 

"Compañero Guillermo Teillier, ¡presente, ahora y siempre!", gritaban las cerca de 250 personas apostadas en las afueras del ex Congreso Nacional. Foto: Prensa Presidencia.

Y es que buena parte el prestigio interno y en la izquierda de Teillier está marcado por su actuación en su juventud, marcada por la UP, el golpe de Estado y la dictadura.

Nacido en Santa Bárbara, Región del Bío Bío, Teillier se desempeñó como secretario general de las Juventudes Comunistas en Valdivia, ciudad en la que se encontraba cuando ocurrió el golpe de 1973. 

En junio de 1974 Teillier fue detenido por agentes del Estado y torturado durante seis meses en la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea. Teillier fue llevado a distintos campos de concentración por cerca de un año y medio hasta su liberación en 1976, momento en que se le ofreció abandonar el país. Teillier se negó, se quedó en Chile y se aprestó a organizar la dirección interna del PC en plena clandestinidad.

En 1978 se integró al Equipo de Dirección Interior del PCCH que encabezaba Gladys Marín, la única instancia partidaria opositora que mantuvo alguna orgánica dentro de Chile en los años más brutales de la DINA, la cual, luego de desbaratar al PS y el MIR, se obsesionó con destruir y asesinar, uno por uno, los comités centrales del PCCH que surgían en la clandestinidad. 

En junio de 1974, Teillier fue detenido por agentes del Estado y torturado durante seis meses en la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea. Teillier fue llevado a distintos campos de concentración por cerca de un año y medio hasta su liberación en 1976, momento en que se le ofreció abandonar el país. Teillier se negó, se quedó en Chile y se aprestó a organizar la dirección interna del PC en plena clandestinidad.

A mediados de 1980, Teillier hizo suya la chapa de Sebastián Larraín. Un pseudónimo con el que viajó a Cuba, la Unión Soviética y a otros países europeos y latinoamericanos para recabar apoyos en la lucha contra la dictadura. Era el nexo con la izquierda internacional. 

En paralelo, Teillier fue jefe de la Comisión Militar del PCCH, y como tal, el enlace directo del partido con la Cuba de Fidel Castro y el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), una instancia militar creada por el PCCH en 1983.

Con Teillier como encargado militar del PCCH se desarrolló la emboscada en contra del dictador Augusto Pinochet en la cuesta de Las Achupallas efectuado el 7 de septiembre de 1986. La operación fue denominada Siglo XX y acabó con cinco muertos y 12 heridos. Pinochet salió prácticamente ileso solo con su mano izquierda astillada por los vidrios que estallaron ante las ráfagas de los fusiles M-16 utilizados. 

En una entrevista con La Tercera Teillier fue consultado sobre el atentado: ¿Autorizó usted el atentado a Pinochet? Sí, por supuesto. Fue una decisión del Partido.

Segundo momento: la muerte de Gladys Marín y la consolidación del PCCH

Luego vino el largo invierno concertacionista para el PCCH, partido que no se sumó a los acuerdos de la Transición, y mantuvo una línea política dura y crítica hacia la derecha, los militares y los gobiernos de la época, por mantener el modelo y la continuidad histórica y social de la dictadura. Algo que, sumado al sistema electoral binominal, implicó que el PC quedase en el ostracismo político, y sus dirigentes sin la capacidad de acceder a cargos de poder e influencia.

Por ejemplo, recién en 1994 el PCCH volvió a tener un alcalde en Chile; Norman Araya en Canela.

La llegada de Teillier al Congreso -por Lo Espejo, Pedro Aguirre Cerda y San Miguel-, junto con sus compañeros Lautaro Carmona y Hugo Gutiérrez, puso fin a 36 años en que el PC estaba fuera del Poder Legislativo. Un mérito, pues el sistema binominal fue cerrojo muy difícil de abrir, con los dos grandes bloques electorales no interesados en hacerlo.

En 2002, Teillier fue elegido secretario general del Partido Comunista, mientras Gladys Marín era la presidenta y líder de la colectividad. No obstante, el estado de salud de Marín se complicó en septiembre de 2003, lo que llevó a Teillier a tener un rol mucho más protágonico que el que recaía sobre su cargo, pero no fue hasta el año 2005 tras el fallecimiento de Marín que asumió como presidente interino de la tienda, siendo ratificado en noviembre de 2006, cargo que mantuvo hasta el día de su muerte. 

Teillier tuvo una candidatura parlamentaria fallida en el año 2005 y cuando pudo ser candidato presidencial en el año 2009, finalmente se optó por el nombre de Jorge Arrate (ex PS) como el candidato de la izquierda. 

GUARDIA DE HONOR DEL PRESIDENTE GABRIEL BORIC JUNTO A SUS MINISTROS.
SE ESCUCHA EN EL SALÓN DE HONOR DEL EX CONGRESO NACIONAL
LA CANCIÓN EL VIEJO COMUNISTA DE MANUEL GARCÍA.
FOTO PRENSA PRESIDENCIA.

No obstante, Teillier logró llegar hasta la Cámara en las parlamentarias del 2009, donde fue electo como diputado por el período 2010-2014 y reelecto para el periodo 2014-2018. Integró las comisiones de Relaciones Exteriores, Defensa Nacional, Cultura, Artes y Comunicaciones, la que presidió en el año 2014. 

Cabe mencionar que la llegada de Teillier al Congreso -por Lo Espejo, Pedro Aguirre Cerda y San Miguel-, junto con sus compañeros Lautaro Carmona y Hugo Gutiérrez, puso fin a 36 años en que el PC estaba fuera del Poder Legislativo. Un mérito, pues el sistema binominal fue cerrojo muy difícil de abrir, con los dos grandes bloques electorales no interesados en hacerlo.

Teillier fue reelecto hasta tres veces como diputado hasta 2022, y compartió la diputación con otras destacadas figuras del partido como Camila Vallejo, Karol Cariola y Daniel Núñez. 

Fue promotor de los liderazgos de Camila Vallejo y Karol Cariola; y supo contener a los militantes más irreverentes, sin que perdieran sus liderazgos propios, como el de Daniel Jadue, a quien permitió su aventura presidencial, pese a que el PC ha sido refractario a buscar encabezar gobiernos.

Con todo, en cada reelección de Teillier, el PC lograba ganar más espacios de participación en el Congreso y en el segundo gobierno de Michelle Bachelet logró hacerse con ministerios y subsecretarias claves. 

Lideró en democracia el proceso de restablecimiento de su partido como un actor importante de la vida política”, afirmó Álvaro Elizalde, ministro Secretario General de la Presidencia. 

Tercer momento: la alianza generacional del papi Willy

Él falleció a los 79 años, en octubre cumplía 80, y mucho se ha hablado en los últimos meses de las disputas generacionales que existen en nuestro país y en el Gobierno, y creo que personas como Guillermo Teillier entendieron desde un principio que tales disputas no tienen sentido, sino que tenemos que aprender los unos de los otros”, dijo el presidente Boric. 

En instancias informales y de camaradería, Teillier era apodado Papi Willy por las generaciones más jóvenes del partido. Lo recuerdan como alguien de palabras precisas, pero certero con ellas. Fue promotor de los liderazgos de Camila Vallejo y Karol Cariola; y supo contener a los militantes más irreverentes, sin que perdieran sus liderazgos propios, como el de Daniel Jadue, a quien permitió su aventura presidencial, pese a que el PCCH ha sido refractario a buscar encabezar gobiernos, siendo Pablo Neruda su candidato histórico e icónico a la más alta magistratura, quien lo hizo solamente para enaltecer la proclamación del socialista Salvador Allende. 

Teillier, también logró abrir el partido a nuevos consensos y alianzas, la última de ellas Apruebo Dignidad, una de las almas de Boric que integra junto al Frente Amplio. 

GABRIEL BORIC Y LAUTARO CARMONA CONVERSAN
DURANTE EL VELORIO DE GUILLERMO TEILLIER.
FOTO PRENSA PRESIDENCIA.

"Una persona que luchó toda su vida por la justicia social y que entregó una vida de consecuencia, que es lo que hoy día estamos reconociendo. Y particularmente, un dirigente que además abrió muchos caminos, no solo a las nuevas generaciones, sino que también a las mujeres. Una persona visionaria", dijo la alcaldesa de Santiago, Irací Hassler. 

"[...] es digno de recoger, de promover y de formar nuevas generaciones con esos valores. Es un valor muy grande", dijo en el mismo sentido Carmona. “Siempre creyó en nuestra generación, abriendo espacios al diálogo intergeneracional”, complementó Vallejo. 

La sucesión

Tras la muerte de Teillier, Lautaro Carmona asumió la conducción del Partido Comunista en su calidad de secretario general. En lo formal, la decisión de quién tomará la presidencia del PCCH pasa por su próximo Congreso Nacional. 

No hay claridad absoluta de cuándo se desarrollará dicho congreso, aunque se estima que podría desarrollarse a finales de este año, o bien, los primeros meses del 2024, pues requiere de una coordinación que toma meses y que culmina con la elección del Comité Central. 

Aunque no es una norma escrita, estas proclamaciones en el PCCH suelen marcar largos períodos, pues los liderazgos se sostienen en el tiempo, y muchos acaban solo con la muerte, como son los casos del propio Teillier y Gladys Marín. Esto, dada cierta tradición leninista, que busca generar la más amplia democracia en la discusión política, y la más estricta disciplina en la conducción, por lo que parece que no hay desavenencias internas. 

Aunque no es una norma escrita, estas proclamaciones en el PCCH suelen marcar largos períodos, pues los liderazgos se sostienen en el tiempo, y muchos acaban solo con la muerte, como son los casos del propio Teillier y Gladys Marín. Esto, dada cierta tradición leninista, que busca generar la más amplia democracia en la discusión política, y la más estricta disciplina en la conducción, por lo que parece que no hay desavenencias internas.

En concreto, según las bases del Partido, el mecanismo de elección es indirecto y los militantes definen a los 94 integrantes del Comité Central. Luego de dicha constitución, es escogido el timonel de la colectividad, al secretario general y a los ocho miembros de la Comisión Política. Así, queda definida la directiva nacional. 

Con todo, según indicó La Segunda, de momento son cuatro los nombres que suenan para dar continuidad al legado de Teillier: Daniel Núñez. Marcos Barraza, Claudia Pascual y Lautaro Carmona. Es decir, la generación de militantes que hoy bordea los 50 años, por lo que son cercanos generacionalmente a Daniel Jadue.

Boric: "Murió como un hombre digno; hay otros que mueren de manera cobarde para no enfrentar a la Justicia"

"Murió como un hombre digno, orgulloso de la vida que había vivido y hoy día cuando estamos próximos a conmemorar 50 años [del golpe de Estado], hay otros que mueren de manera cobarde para no enfrentar a la Justicia, y me parece que ahí hay diferencias que son humanas incalculables", dijo Gabriel Boric antes de retirarse del ex Congreso Nacional donde se desarrolla el velorio de Guillermo Teillier. 

Las palabras del mandatario fueron en alusión directa a Hernán Chacón Soto, general en retiro que tras ser condenado este lunes a 25 años de prisión por el asesinato de Víctor Jara, decidió suicidarse una vez que la Policía de Investigaciones llegara hasta su domicilio.

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FOTO DIARIO FINANCIERO

dimanche 27 août 2023

ALGO MÁS SOBRE LA MUERTE DE ALLENDE

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MILITARES Y BOMBEROS EVACUAN EL CUERPO DE ALLENDE
DEL PALACIO DE LA MONEDA EN LA TARDE DEL 11-09-1973

NO DEJE DE LEER/ Algo más sobre la muerte de Allende/ Crónica N°24./  En la crónica N° 5 titulada Muerte de un Héroe, me referí a este tema, pero un reciente artículo del periodista Juan Pablo Cárdenas, me mueve a añadir nuevos antecedentes al respecto.

Por Miguel Lawner (*)

MIGUEL LAWNER

Tengo admiración de Cárdenas, quién nos entrega frecuentemente análisis que comparto plenamente sobre la situación política y social en Chile. Nos conocimos a mi regreso a Chile en 1984, cuando él dirigía la revista Análisis, semanario que enfrentó con valentía a la dictadura. Solicitó mi incorporación a la revista como columnista, tarea que cumplí hasta el cierre de la revista.

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Desde esos años, tanto él como Fernando Paulsen, subdirector de Análisis, dudaban de la versión oficial afirmando el suicidio del Presidente y recuerdo haber sostenido entonces, algunas discusiones al respecto.

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Pero ahora en 2023, ya hay evidencias categóricas ratificando la versión del suicidio, sin embargo, Juan Pablo acaba de publicar en Le Monde Diplomatique un artículo titulado “De un cinismo sin límites (A 50 años del Golpe de Estado)” en el cual afirma lo siguiente:   “Aunque la ‘verdad oficial’ señala que el presidente Allende decidió suicidarse, lo cierto es que hay múltiples testimonios que señalan que este fue ultimado por el primer comando militar que ingresó a la sede del poder ejecutivo. Un joven teniente de la época se atribuye haberle disparado al Mandatario y ante varios testigos se ufanó de esto exhibiendo el reloj del presidente como trofeo”.

En mayo del 2011, tuvo lugar una segunda exhumación del cadáver del Presidente, ordenada por el juez Mario Carroza, quién convocó a un equipo de forenses chilenos y extranjeros integrado por el tanatólogo español Francisco Etxeverría, la doctora colombiana Mary Luz Morales, la estadounidense Douglas Ubelaker, el perito balístico británico David Pryor y el antropólogo forense Luis Fondebrider, de Argentina, en el marco de una investigación judicial para esclarecer si su muerte durante el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, se debió a un suicidio o a un asesinato.

Los resultados del examen resultaron contundentes, confirmando que fue “solo un disparo” el que terminó con la vida de Salvador Allende. Así lo declaró el director del Servicio Médico Legal, doctor Patricio Bustos, quién también integró el grupo de médicos a cargo de verificar la causa de la muerte del Presidente. 

También estuvieron presentes en la mencionada exhumación, el médico personal de Allende Arturo Jirón y Patricia Espejo, secretaria privada del Presidente, quienes me dieron a conocer que el cadáver tenía destruida la parte posterior del cráneo con entrada de bala por la barbilla y salida por zona posterior de la cabeza. Además, el vestuario se veía razonablemente conservado, así como su calzado. No se observaban perforaciones de proyectiles en el cuerpo.

La hija del Presidente, Isabel Allende agradeció el trabajo de los expertos y dijo que la conclusión dará tranquilidad a la familia, que siempre creyó en la versión de los médicos de que Allende, quienes sostuvieron siempre que el Presidente estaba solo en su despacho en el momento de su muerte y de que no hubo intervención de terceros.

De los tres edecanes que tuvo el presidente Allende, él único leal fue el representante de la Fuerza Aérea, Roberto Sánchez, quién se presentó en el Palacio de La Moneda el 11 de septiembre de 1973, aproximadamente a las nueve de la mañana. Su testimonio aparece grabado en un documental que se titula El último combate de Allende, producido por la TVS de Canadá el año 1998. Sánchez afirma lo siguiente: “Entré a La Moneda como ¼ para las 9.00 y le ofrecí a Allende un avión de combate listo para volar, a fin de abandonar Chile. Me agradeció y dijo: yo no me voy a ir del país. De aquí solo me sacan muerto. Tomó una metralleta que tenía en a mano. Se la puso en la boca y dijo como iba a hacerlo”. 

PORTADA «REVISTA SÁBADO»,
 DEL 19 DE AGOSTO 2023  

Por añadidura, El Mercurio en su edición del sábado recién pasado, 19.08.2023, publica una entrevista sorprendente al primer bombero que ingresó a La Moneda incendiada el 11 de septiembre de 1973. En su relato, dicho bombero, llamado Alejandro Artigas, un hombre de 74 años de edad hoy día, describe lo que califica de una escena dantesca y un silencio sepulcral en el despacho donde yacía muerto el presidente, tras el bombardeo del Palacio de La Moneda. 

El teniente Artigas, el primero en entrar para definir un plan de acción, vio cómo en el segundo piso el fuego era ‘absolutamente total’, prácticamente ya no quedaba techo en la zona norte. La apertura al cielo permitía que no se acumulara el humo, pero, pese a la hora, la oscuridad del cielo dificultaba la visión”.

Cuando el teniente estaba en el segundo piso, le solicitaron a bomberos que iluminara el Salón de la Independencia, donde el presidente se había quitado la vida. Tomó el foco y entró”.

Requerían la luz porque habían solicitado que un periodista filmara la escena. Estaba el general Javier Palacios, quien era el que daba las órdenes, un capitán de bomberos, y varios militares. Era una escena dantesca. Un silencio sepulcral. Relata que yacía muerto sobre un sofá, vestido con un jersey de cuello alto y pantalones de tela. Vio el fusil entre sus piernas y sus gafas en el piso”.

Hasta ahí, parte de la entrevista a Alejandro Artigas, quién aparece como un hombre de convicciones democráticas, porque al término del reportaje afirma que hizo corregir las tres declaraciones judiciales realizadas ante la justicia ya restablecida la democracia, para que, cada vez que se nombrara a Allende, pusieran “presidente Allende”. “Porque yo soy bombero. Ni para acá ni para allá. Alejandro Artigas es otro cuento”. 

El artículo de Juan Pablo Cárdenas ya mencionado, señala que un joven teniente se atribuye haberle disparado al Mandatario y ante varios testigos “se ufanó de esto, exhibiendo el reloj del presidente como trofeo”

Según declara Patricia Espejo, el Presidente tenía dos relojes, uno de los cuales estaba en reparación en una relojería de calle Tenderini llamada Gazzella. Obviamente, tras el golpe militar, con toda la familia de Allende fuera de Chile incluyendo a la misma Patricia, nadie debe haber reclamado dicho reloj, y es probable que el dueño de la relojería haya hecho alarde de tener en su poder el reloj del Presidente y quizás el teniente mencionado por Cárdenas, puede haber tenido acceso a él. Es mi hipótesis.

El reloj que portaba el Presidente el 11 de septiembre, quedó en poder de su hija Isabel, quién lo acompañó ese día en La Moneda, hasta que el propio Allende le ordenó que se retirara del palacio, junto con su hermana Tati, y las acompañó hasta la puerta de Morandé 80, donde se despidieron.

Dicho reloj lo conservó Isabel, quién lo entregó al Museo de la Solidaridad Salvador Allende, localizado en una hermosa mansión de avenida República 575, en Santiago, edificio cuya restauración estuvo a mi cargo, y donde destinamos uno de sus recintos, como Salón del Presidente. Allí está en exhibición el reloj del Presidente, que su hija Isabel entregó al Museo.

(*)Miguel Lawner. Premio Nacional de Arquitectura, fue director ejecutivo de la Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU)en el Gobierno de Salvador Allende, académico en universidades chilenas y del extranjero.

DEL MISMO AUTOR :

jeudi 24 août 2023

EL PRIMER CIVIL DE LA DICTADURA. LOS ARCHIVOS SECRETOS DE ÁLVARO PUGA

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El primer civil de la dictadura. Los archivos secretos de Álvaro Puga es un proyecto periodístico multimedia que revela, a través del análisis de documentos inéditos, una faceta desconocida del régimen, sus pugnas internas, sus mecanismos de poder y control. A 50 años del golpe de Estado presentamos una investigación exclusiva liderada por Juan Cristóbal Peña y Francisca Skoknic, y producida por Revista Anfibia y la Universidad Alberto Hurtado, en alianza con el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Contiene la liberación de 166 documentos para su consulta pública, reportajes, un podcast documental y un repositorio de audiovisuales propagandísticos. Ayuda a entender cómo se construye y sostiene una dictadura por dentro. [Reportajes impactantes, un podcast narrativo y un archivo visual. Vale la pena dedicar algunas horas para navegar en sitio fascinante.]

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LOS ARCHIVOS SECRETOS DE ÁLVARO PUGA / DOCUMENTOS QUE TODO LO SABEN / Casi no se tomaba descanso. Como encargado de la oficina de Asuntos Públicos y asesor en las sombras de los servicios de inteligencia de la dictadura y del mismo Pinochet, Álvaro Puga Cappa redactó cientos de informes políticos y de inteligencia que hoy salen a la luz. Son 166 archivos que contienen discursos, detallan la rivalidad entre funcionarios civiles, la participación de informantes del gobierno y de la oposición, espionaje, acciones psicológicas y de propaganda para sembrar terror y lograr la obediencia civil, la agenda política y propagandística de la CNI, la elaboración de noticias falsas.

Por Juan Cristóbal Peña

FOTO ARCHIVO HISTÓRICO / CEDOC COPESA

Este artículo es parte de El primer civil de la dictadura, proyecto multimedia de Revista Anfibia y la Universidad Alberto Hurtado en conmemoración del 50 aniversario del golpe de Estado. Visita la cobertura completa aquí.

—Quiero mostrarle una cosa, ¿tiene tiempo?

Fue en el segundo o tercer encuentro en su departamento de la comuna de Providencia que Álvaro Puga Cappa —chileno, 81 años, cuatro hijos, casado en segundas nupcias con la hermana menor de su primera esposa— se levantó de un sillón de gobelinos y se encaminó a su estudio de trabajo. Iba en busca de algo que, dijo, me sorprendería.

Era mayo de 2010 y lo frecuentaba con motivo de una serie de entrevistas para el libro La secreta vida de Augusto Pinochet (Debate, 2013), que trata de los libros que el dictador escribió o le escribieron y de los miles de libros patrimoniales que atesoró a costa del erario público. Ese gusto del general por los libros y los escritores, gusto que antecedió al golpe de Estado, fue el punto de partida si no de una amistad, porque Pinochet casi no tenía amigos, al menos de una simpatía mutua con Puga.

Fue uno de sus colaboradores más cercanos, confidente, propagandista, ghostwriter e ideólogo en los primeros años, en abierta rivalidad con Jaime Guzmán. Con orgullo, como quien da cuenta de una hazaña honrosa, se definía “el primer y último civil del gobierno militar”, además de “un hombre de trinchera, un batallador”. 

A cargo de la oficina de Asuntos Públicos, que se ocupaba de la propaganda, los discursos y la censura, había sido un asesor gravitante en los años setenta. Su campo de influencia era amplio y brumoso, desde los pisos superiores del edificio Diego Portales hasta los subterráneos de los organismos represivos, con los que Puga colaboraba. Era amigo del director de la Dirección de Inteligencia Nacional, DINA, Manuel Contreras (quien sí tenía amigos) y luego lo fue del director de la Central Nacional de Informaciones, CNI, Humberto Gordon. Le gustaba ufanarse de su poder, sembrar respeto, temor. A sus espaldas, me contó con gracia, le habían inventado un apodo: El Obispo.

Fue uno de los colaboradores más cercanos de Pinochet. Su confidente, su ideólogo, su escritor fantasma.

Todo eso había sido Alvaro Augusto Pilade Puga Cappa. Y sin embargo, cuando lo frecuenté en su departamento, era ya un hombre empobrecido y marchito, un hombre aparte, casi final: relegado al lugar del desprecio, la infamia, el olvido. Había sido importante y ya nadie lo valoraba ni lo reconocía, a excepción de sus amigos que cumplían condena en la cárcel de Punta Peuco. 

De ahí que esa tarde de 2010 haya regresado de su despacho de trabajo con una pila de archivadores de dos anillos y herrajes que contenían discursos, minutas, informes políticos y planes de espionaje y de operaciones propagandísticas y psicológicas, entre otras materias. Al desempolvar esos papeles, parecía querer ufanarse del poder y la importancia que alguna vez tuvo.

En esos archivadores estaba contenida una parte de la memoria de la dictadura cívico militar, una parte gris, si es que hay otra. Ahí se daba cuenta de la rivalidad de los funcionarios civiles, en especial de la disputa soterrada entre nacionalistas y gremialistas; de informantes de gobierno y de oposición; del espionaje a dirigentes políticos y de las actividades propagandísticas y conspirativas que realizaba la CNI, en paralelo a su labor represiva.

Ahí, en definitiva, se guardaban las evidencias de las conspiraciones tramadas en la cabeza de Puga, que había escrito cada uno de esos informes tipeados en máquina de escribir, cada santo día del año. 

AGENTE Y ESCRITOR FANTASMA

Ese es el origen de El primer civil de la dictadura, los archivos secretos de Álvaro Puga, la investigación exclusiva que suma 166 documentos que van de julio de 1974 a febrero de 1986. Es un archivo parcial y en cierto modo arbitrario, porque contiene únicamente lo que él me confió al azar, probablemente sin tener entera conciencia de todo lo que había en esos archivadores. De hecho, algunos de los documentos que me entregó, a sabiendas de que haría una copia digital de ellos, contradecían su persistencia por negar sus vínculos con organismos de inteligencia de la dictadura.

Los papeles no sólo hablan del rol que cumplió Puga a las sombras del poder dictatorial. Leídos en contexto, al trasluz de otros archivos y testimonios, permiten asomarse a las entrañas de la dictadura, sus pugnas, sus mañas, sus prácticas a puertas cerradas. Quienes trabajamos en su análisis y verificación definimos tres grupos, de acuerdo con un trazado cronológico: los papeles de los años setenta, los de la primera mitad de los ochenta y los de la segunda mitad de esa década. 

Los escritos de los años setenta se componen preferentemente de informes políticos, respuestas a entrevistas periodísticas que Puga realizó a nombre de Pinochet y borradores de discursos para ser pronunciados por Pinochet o por algún otro miembro de la Junta Militar. En ese grupo, por ejemplo, está el borrador de uno de los discursos que el dictador chileno dio en la visita de mayo de 1974 que le hizo al dictador paraguayo Alfredo Stroessner, cuyo original se corresponde al pie de la letra con el discurso dado en esa oportunidad. También el saludos de Navidad y de Año Nuevo que Pinochet pronunció por cadena nacional de radio y televisión en 1975; borradores de discursos de aniversarios del golpe de Estado y de algunas de las tantas veces en que asistió a ceremonias en su honor, en las que era celebrado con medallas, galvanos y llaves de ciudades y pueblos. El poder dictatorial se construye de gestos genuflexos y monárquicos.

Leídos en contexto, al trasluz de otros archivos y testimonios, los documentos secretos de Álvaro Puga permiten asomarse a las entrañas de la dictadura, sus pugnas, sus mañas, sus prácticas a puertas cerradas.

Esa década, la más próspera de Álvaro Puga como asesor de gobierno, coincidió con los años en que estuvo al frente de la oficina de Asuntos Públicos, al tiempo que, bajo cuerdas, colaboraba con el Departamento de Comunicaciones y Operaciones Psicológicas de la DINA, que dependía del oficial de Ejército Vianel Valdivieso Cervantes. Fue ese departamento el que concibió la Operación Colombo, ideada para encubrir el crimen de 119 militantes de izquierda cuyas muertes fueron atribuidas a “una sangrienta pugna” entre guerrilleros, como tituló El Mercurio en 1975. Más lejos fue La Segunda en su titular de portada: “Exterminados como ratones”. Esos titulares llevan la huella de Puga, ya que él se ocupó de distribuir esa información a los medios nacionales. Sin embargo, los documentos acá reunidos no dan cuenta de su complicidad en los crímenes de la dictadura en esa década, como tampoco de la censura, las amenazas de muerte a periodistas o montajes comunicacionales en los que participó.

TITULAR DE PORTADA "LA SEGUNDA" 
24 DE JULIO DE1975

Algo muy distinto ocurre con la serie de documentos de la primera mitad de los años ochenta. 

En esos años, y en especial en 1983, se concentran los documentos más reveladores y valiosos en términos históricos. De ahí que la investigación periodística de la serie de reportajes se haya centrado en este período. Un período marcado por una aguda crisis económica y política, el comienzo de las protestas populares y las celebraciones oficialistas del décimo aniversario del golpe de Estado. Un hito en el que Puga y la CNI participaron activamente, por encargo del mismo Pinochet, mientras conspiraban en contra de opositores y dirigentes afines a la dictadura y hacían montajes y lo que llamaban campañas subliminales y acciones psicológicas. 

FUEGO AMIGO

Como se cuenta en uno de los reportajes de esta investigación, Pinochet entregó cerca de $2.500 millones al valor de hoy para que la CNI y su asesor Álvaro Puga pusieran en marcha una campaña propagandística de los actos celebratorios del 11 de septiembre de 1983, que se extendieron por tres días y consideraron merchandising, desfiles y avisos publicitarios en prensa, radio y televisión. También, un día antes, organizaron un acto masivo que fue transmitido en directo por Televisión Nacional, en el que juraron lealtad a su líder y lanzaron un partido político de matriz nacionalista. 

Este es quizás uno de los principales hallazgos que se desprende de los documentos elaborados por Puga: su análisis —en contraste con archivos de prensa y televisión, además de entrevistas a actores de la época— permite dimensionar el empeño de la policía política de Pinochet por influir en la marcha del gobierno y disputar lugares de poder a los gremialistas, en su mayoría jóvenes leales a Jaime Guzmán, que para la primera mitad de los ochenta habían copado los cargos altos y medios de la administración pública, en desmedro de los nacionalistas. 

A fin de cuentas, en un período de alta incertidumbre política y económica, había una disputa de poder, y esa disputa se expresó en informes en los que Puga daba cuenta en detalle del contenido de reuniones de dirigentes afines a la dictadura, como si él mismo hubiera estado presente. En un memorándum de junio de 1983, por ejemplo, acusa a Jaime Guzmán de reunirse en privado con otros dirigentes políticos de derecha para conspirar en contra de Pinochet, ante su inminente caída.  

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Los documentos de 1983 son especialmente valiosos en términos históricos. En plena crisis económica, social y política, la celebración de los 10 años del golpe es apoteósica, un hito en el que Puga y la CNI participaron activamente.

A la hora de ponderar estos documentos, es necesario considerar que su autor habla desde su lugar de interés, que coincide con el interés de los nacionalistas y de la CNI, a la que van dirigidos varios de los escritos de la primera mitad de los ochenta. En este sentido, es posible que en casos como el citado con las denuncias de conspiraciones contengan a la vez conspiraciones tramadas por organismos de inteligencia. De ahí la conveniencia de contrastar el contenido de estos documentos con testimonios, bibliografía y documentos, tal como se hace en los reportajes de esta serie, que reúne además un vasto archivo audiovisual con documentales propagandísticos y coberturas de prensa de la televisión pública.

Pero más allá del empeño por comprobar cada hecho o afirmación relevantes, los documentos de la primera mitad de los ochenta también tienen el valor de dar pistas sobre los recursos a los que echaban manos agentes y asesores como Puga para reunir información. Micrófonos ocultos, informantes de gobierno y oposición, agentes infiltrados en oficinas, empresas, fábricas. Nada nuevo para una dictadura, nada que no se haya sabido y comentado bajo cuerdas en esos años, pero cosa distinta es que esas prácticas queden en evidencia en documentos vinculados a los servicios de inteligencia.

DINÁMICO, MÚLTIPLE, UBICUO

Los micrófonos ocultos estaban a la orden del día en esos años. Los micrófonos, los informantes, los agentes de lo que llamaban el servicio. En un informe fechado en junio de 1983, a propósito de un nuevo encuentro de los dirigentes de derecha, Puga se lamenta de que “en conocimiento de la hora y lugar en que se haría la segunda reunión, no se haya puesto escuchas en la reunión para confirmar lo que se proyectaba en contra del Gobierno”. De cualquier modo, por lo que dicen otros informes, Puga estaba bastante enterado de las cosas que conversaban los dirigentes afines a la dictadura y de oposición, en especial de la Democracia Cristiana, sus vías de financiamiento, quienes recibían fondos, cómo se gastaban.

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Puga —y por tanto la CNI— parecían saberlo casi todo en esos días. Su empeño por controlar, por adelantarse a los hechos, por ir dos pasos adelante cobra sentido en la cita de Shakespeare que se lee al comienzo de su autobiografía titulada El mosaico de la memoria (Editorial Maye, 2008): “El hombre cauto jamás deplora el mal presente; emplea el presente en prevenir el futuro”. 

De eso también tratan los informes. De prevenir el futuro, de adelantarse a él para intentar torcerlo. Por ejemplo, en abril de 1983 sostiene que “en las más altas esferas” se cree que el nuevo ministro del Interior será Sergio Onofre Jarpa, cosa que ocurrirá cuatro meses después. Y cuando Jarpa recién ha sido nombrado ministro, Puga se despacha un memorándum titulado Análisis de las actividades personales de Sergio Onofre Jarpa, en el que lo retrata con un “complejo de pariente pobre”, guiado por un afán de “superación del propio infortunio”, que ha estafado a su familia y recibido dinero de la CIA para combatir a Allende. En ese informe está todo lo que hay que saber del nuevo ministro del Interior. Su pasado, sus vínculos, sus movimientos. “El viernes de la semana pasada comió con (el empresario) Ricardo Claro en su casa”, reporta. “Fue solo.”  

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Diplomáticos, militares, empresarios, periodistas, curas, dirigentes políticos. Sus fuentes son amplias. Amplias y, en algunos casos, cuando quedan en evidencia, perturbadoras. 

Uno de los principales hallazgos de estos archivos: el empeño de la policía política de Pinochet por influir en la marcha del gobierno y disputar lugares de poder a los gremialistas, en su mayoría jóvenes leales a Jaime Guzmán.

En un memorándum del 19 agosto de 1983, relativo a una reunión de Jarpa con dirigentes de la Democracia Cristiana, identifica al dirigente de ese partido Adolfo Zaldívar como una de las personas que relatan detalles de ese encuentro. El otro, mencionado en un informe despachado tres días después, es Luis Pareto. 

Y tres meses antes de ese encuentro, en otro memorándum, Puga pide realizar una gestión ante el Consejo de Defensa del Estado para ayudar a Luis Matte Valdés, militante socialista y ex ministro de Vivienda y Urbanismo de Salvador Allende, que en esos días tenía un litigio legal por unos terrenos de su propiedad en La Florida. La solicitud obedece a que “el señor Matte es un elemento valiosísimo para la información de sectores de izquierda que él entrega voluntariamente”.

Puga es un hombre dinámico, múltiple, ubicuo, que pide y ofrece ayuda para sus informantes, cargos para sus amigos y favores para sus cercanos y para sí mismo, como se evidencia en  un documento titulado Temario, en el que manifiesta “la necesidad de cambiar el juez o cambiar de lugar el juicio” en Concepción, ante una demanda que afecta a una pesquera de su propiedad en Talcahuano.  

Los micrófonos, los informantes y agentes de lo que llamaban el servicio estaban a la orden del dia en esos años. Puga -y por tanto la CNI- parecían saberlo casi todo en esos días. 

Como se aprecia, el poder dictatorial es generoso y puede mover voluntades, funcionarios, recursos. Qué otra cosa es una dictadura si no una cadena de abusos, de arbitrariedades y favores discrecionales. 

A mediados de 1983, por ejemplo, pide que su amigo el periodista Héctor Durán sea nombrado en la dirección de la agencia Orbe, además de recordar el pago pendiente de honorarios por una asesoría comunicacional. De paso, en ese mismo documento, pide que la CNI infiltre la fábrica textil del empresario Jorge Comandari Kaiser, “porque alguien le sopló que allí se fabrican miguelitos (...). Él es un hombre que nos ayuda muchísimo con sus contactos políticos. Incluso me dice que él podría darle trabajo a alguien enviado por el servicio para que controlara y comprobara si es efectivo lo que allí se ha denunciado”. 

CAMPAÑAS SUBLIMINALES

La obsesión de Puga por la información, por influir, por torcer y manipular la realidad es una constante en sus informes. Su tema más recurrente es la propaganda, materia en la que se considera experto. “Bien podríamos decir que es nuestra preferida”, se sincera en noviembre de 1983. También es ducho en las que llama “campañas subliminales” y “acciones psicológicas”, que no son otras cosas que planes para manipular a la opinión pública por medio de montajes, campañas de desinformación y acciones que tienen el objeto de sembrar terror en la población.

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Al respecto, el memorándum titulado PLAN (DE) ACCIÓN SICOLÓGICA PARA CONTRARRESTAR CONCENTRACIÓN DEL 18-11 resulta ilustrativo. 

De modo de desacreditar la manifestación opositora que se celebró en noviembre de 1983 en el Parque O’Higgins, Puga propone acciones como la “violación de una menor por un grupo de delincuentes en el sector del Parque O’Higgins”; “atentado contra Fantasilandia, atribuible al MIR”; “desperfecto en la línea del Metro”; “vuelos rasantes sobre todas las grandes poblaciones del sector sur de Santiago” y “volver a hablar del terrorismo, especialmente a través de reportajes de la prensa y en televisión”. 

Un tema recurrente en los archivos Puga es su obsesión por la información y la propaganda. Era ducho en "campañas subliminales" y en "acciones psicológicas" para manipular a la opinión pública, sembrar terror y lograr la obediencia civil.

Como se plantea en otro de los reportajes de esta serie, las operaciones psicológicas fueron una práctica habitual de la DINA y la CNI, y en ellas la complicidad de los medios y los periodistas resultaron fundamentales. En este caso, lo anterior queda en evidencia en un  documento de 1983 que identifica al director de La Tercera, Alberto Guerrero, como “un hombre totalmente nuestro, incondicional” a los servicios de inteligencia. No parecía ocurrir lo mismo con uno de los principales controladores de ese diario, Germán Picó Cañas. “Tiene una aversión por la CNI que raya en la paranoia y por ello creo que es muy importante que el General Director (de la CNI) tenga con él una reunión de tipo social aparente”, sugiere el mismo documento. 

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No hay pistas sobre el resultado de esa propuesta. Pero otro documento del mismo año plantea que, producto de los créditos millonarios que el Estado le entregó a los diarios El Mercurio y La Tercera para salvarlos de una quiebra segura, “el Gobierno prácticamente posee la propiedad” de ambas empresas. Puga sugiere que el gobierno dé un golpe y se haga de ambas. A fin de cuentas, su plan consiste en una “intervención directa de todos los medios de comunicación”. Sin embargo, de no ocurrir eso, de no poder controlarlo todo, tiene una idea en marcha: “Hemos contrarrestado mucho esa fuerza con la contratación de los servicios de muchos periodistas de esos diarios”. 


Esos diarios son El Mercurio y La Tercera. Las dos cadenas de diarios nacionales que sostuvieron a la dictadura. Y las únicas dos que sobreviven al día de hoy.

EL AMANTE SECRETO

El tercer y último grupo de documentos se concentra en la segunda mitad de los años ochenta. Y a diferencia del grupo anterior, son informes sobre política nacional e internacional elaborados preferentemente con fuentes abiertas, vale decir, prensa. Ya no hay alusiones a los servicios de inteligencia. Ni conspiraciones, espionajes, planes de propaganda, campañas subliminales o acciones psicológicas. No al menos en el conjunto de archivadores de ese último período que Puga trajo de su estudio de trabajo y también autorizó a copiar. 

Esos papeles tienen otro tono, más distantes, impersonales. De hecho, ya desde fines de 1983 sus informes acusan un declive en su estado anímico, quizás una desesperación, un extravío, si es que no una tristeza. “Siento además la imperiosa necesidad de regularizar mis funciones de asesoría política y comunicacional hacia el Gobierno, ya que siempre estoy dudoso sobre lo que debo dar, porque nada se me pide especialmente”, escribe en vísperas de Navidad.

Es muy probable que la querella y luego quiebra de su pesquera en Talcahuano, que derivó en una orden de arresto en su contra, le hayan pasado la cuenta. Definitivamente, por lo que se lee en esos papeles, ya no volverá a ser el mismo de comienzos de los ochenta ni menos el que había sido una década antes, cuando tuvo a cargo la oficina de Asuntos Públicos. Ya no influía tanto pero tampoco vivía sobresaltos. Tenía la protección de Pinochet y, según un artículo del medio Primera Línea, de la misma CNI para eludir sus líos judiciales.

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De acuerdo con lo que me contó, los informes de este período iban dirigidos a Pinochet, quien había dispuesto que cada lunes a la mañana un funcionario del Ejército llegara a la casa de su asesor para retirarlos en un sobre sellado. Los remuneraba bien y probablemente no los leía, aunque Puga decía que sí, porque “cada cierto tiempo me juntaban con él y me los comentaba”. Solía llevarle chocolates de regalo, “porque lo conocía bastante bien y sabía que le gustaban los chocolates”. También sabía la razón por la cual Pinochet lo citaba a conversar en la Comandancia en Jefe del Ejército o en el Club Militar, nunca en La Moneda.

—¿Nunca?

—Nunca en La Moneda, jamás, porque ahí podía aparecer (Jaime) Guzmán. Pinochet ya se guiaba mucho por Guzman, yo no sé, estaba encandilado por ese tipo, entonces yo era como el amante secreto. A mí Pinochet me quería mucho, sinceramente, y se lo digo sin alarde: había un afecto que nació esa noche que le he contado del 11 de septiembre que me mandó a llamar y me firmó sus libros.

PÁLIDA, GRUESA, MARCHITA

Tres años después de la serie de entrevistas volví a ver a Puga para entregarle una copia de mi libro sobre Pinochet. Para eso y, sobre todo, para saber más de su archivo. 

Era 2013, dos años antes de su muerte, y ahora vivía en la casa de una de sus hijas, en el barrio de Los Domínicos. Las deudas lo habían forzado a dejar el departamento que ocupaba con su esposa en Providencia. Me recibió en el living.

Tal como lo hizo la última vez que nos reunimos, volvió a quejarse de que nadie le daba trabajo. Pero ahora dijo que no le importaba, que ya nada le importaba. Agradeció el libro que le llevé, aunque me aclaró que ya había logrado hacerse de un ejemplar. Lo había leído con detención y le había parecido bien. Básicamente no tenía objeciones con el modo en que había reproducido la entrevista con él. 

Álvaro Puga se reunía con Pinochet pero nunca pisaba La Moneda. Para no cruzarse con Guzmán.

Entonces le pregunté por los archivos. Por los que me llevé la primera vez acunados en ambos brazos, como quien carga una pila de leños, y luego de copiarlos se los llevé de vuelta en una maleta. Por esa segunda partida de archivadores que me llevé de su departamente en esa misma maleta y que también devolví. Por esos y los otros papeles que no me había querido mostrar, porque esos eran “más privados”, había dicho en 2010. Ahora, tres años después, quería saber qué había sido de todo eso y de vuelta, sin titubear, me dijo que ya no los tenía, que se había deshecho de ellos. 

—¿Cómo? ¿Cómo se deshizo de ellos?

—Los quemé.

De ser cierto, hizo lo mismo que había hecho el Ejército con el archivo de la CNI en 2001, lo que derivó en una condena judicial. Álvaro Puga jamás rindió cuentas a la justicia. Tampoco yo le pedí cuentas por el contenido de los papeles que me entregó. Casi no hablé de eso en el libro sobre Pinochet, porque excedía el eje temático y era parte de otra investigación, que no sabía si alguna vez haría. 

Me salió a despedir a la puerta de la casa de su hija. Me estrechó su mano derecha, una mano gruesa, pálida, marchita. Me agradeció el libro, se despidió sin sonreír.

—Que le vaya bien, cuídese. 


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