Catégorie

mardi 14 juin 2022

FUTURO ANTERIOR O ARMAS. NOTAS SOBRE CHILE

 [ PINCHAR LA IMAGEN PARA AMPLIAR ]  

FOTO  PRESIDENCIA DE CHILE

Hacer política es reforzarte y debilitar a tu enemigo, y en las democracias mediatizadas eso tiene que ver con tus instrumentos ideológicos para definir la agenda. Si gobiernas, esos instrumentos deben llenar de contenidos tu relato 

FOTO ARCHIVO
Gabriel Boric e Izkia Siches (ambos nacidos en 1986) saludan a la multitud en pie, desde el asiento trasero del mítico Ford Galaxie 500XL que la reina de Inglaterra regaló a Chile en 1968. La banda presidencial atraviesa el pecho de Boric. Lleva americana y camisa blanca, pero no lleva corbata. La imagen es histórica por muchas razones y está llena de significados simbólicos explícitos e implícitos; desde la ausencia de corbata hasta que, por primera vez, el vehículo oficial no va guiado por un hombre. Esta vez lo maneja una suboficial de carabineros; es un símbolo de los nuevos tiempos. Pero la imagen proyecta otro poderoso significado que nos lleva al pasado. Ese Galaxie 500XL es uno de los vehículos oficiales del Estado chileno, usado normalmente por el presidente de la República en la festividad de las glorias navales del 21 de mayo y en algunos otros eventos muy concretos. El Galaxie puede llevar también a los ministros de Defensa e Interior de Chile. Ese coche es historia viva por muchas razones. Trasladó a Fidel Castro, a Indira Gandhi y a Pablo Neruda. Pero, sobre todo, el Galaxie es el coche de Salvador Allende y su imagen, saludando en pie desde su asiento trasero, está tatuada en los recuerdos y las emociones de la izquierda mundial.

 LLEGADA DE NERUDA JUNTO A
SU ESPOSA MATILDE URRUTIA
El Estado chileno tiene más coches presidenciales. El Lexus LS-600h, con masajeador en los asientos es, como no podía ser de otra forma, el coche asociado al presidente Piñera, mientras que el coreano Hyundai Equus, con peldaños de entrada iluminados y soporte de piernas, es el coche oficial asociado a la presidenta Bachelet. Pero ni el Lexus ni el Hyundai compiten en simbolismo con el Galaxie que Allende convirtió en vehículo presidencial, sustituyendo a los antiguos carruajes. Cuando pensamos en Allende, de hecho, hay dos imágenes que siempre asaltan nuestra memoria sentimental. Una de ellas sintetiza la épica de la derrota: Allende en La Moneda con casco y el fusil AKMS que le regaló Fidel, rodeado por su equipo de seguridad, poco antes de morir. La otra es de mil días antes, y ya la hemos visto en este artículo: Allende con la banda presidencial, saludando a la multitud en pie en el asiento trasero del Ford Galaxie 500 XL, mientras sus guardaespaldas caminan rodeando el vehículo. 

Fotografía de la Presidencia de la República
Por eso, Boric saludando desde el Galaxie es una descarga eléctrica en el inconsciente visual de la izquierda mundial. También lo es en Chile, a pesar de la mayor riqueza de matices. De hecho, el presidente y sus dirigentes demuestran saber dibujar con precisión milimétrica su diálogo simbólico, sentimental y visual con la propia memoria de su pueblo y de su izquierda. De alguna forma, convierten el Ford Galaxie de Allende en DeLorean DMC-12 de Regreso al futuro de Robert Zemeckis.

Fotografía de Colección Museo Histórico Nacional

Chile ejerce en algunos de nosotros un magnetismo seguramente psicoanalizable. Para alguien que arrastra el dolor de la memoria histórica española, Chile significa Winnipeg, el barco que trasladó a más de 2.000 refugiados republicanos al país andino en 1939; algunos de sus descendientes son hoy cuadros de la izquierda chilena. 
Chile significa Winnipeg, el barco que trasladó a más de 2.000 refugiados republicanos al país andino en 1939
Chile, para cualquier militante de la izquierda, de cualquier lugar del mundo, significa también el intento fallido de construir una sociedad socialista desde la legalidad de una república liberal aparentemente consolidada. Chile representa, precisamente por ello, una herida histórica en la izquierda del lado occidental de la Guerra Fría; la del fracaso de la vía pacífica al socialismo. Chile se convirtió en el principio de realidad de la política al constatar que la derecha se hace fascismo cuando se amenazan los privilegios de los de arriba. Chile significó la realidad de la geopolítica con la “democracia” estadounidense organizando golpes de Estado contra una democracia. Seguramente, sin el 11 de septiembre de 1973, no se entenderían ni el posibilismo eurocomunista del sur de Europa (Berlinguer afirmando que se sentía seguro bajo el paraguas de la OTAN o Carrillo visitando Estados Unidos para lograr credenciales de comunista aceptable por el poder occidental), ni las experiencias posteriores de lucha guerrillera en América Latina que partían de una constatación inapelable: si nos asesináis cuando ganamos las elecciones, mediremos fuerzas en el campo de batalla. Chile significó también en el imaginario de las izquierdas, en especial tras la caída del Muro y el agotamiento político-militar de las experiencias guerrilleras, el principio del “no se puede” de la política. Gonzalo Winter nos lo explicaba en La Base el pasado mayo, con una lucidez poco frecuente en quien tiene responsabilidades políticas: la Pax neoliberal fue la base del pacto de la transición a la democracia en Chile, que se resumiría en un sencillo “ustedes renuncian al socialismo y nosotros renunciamos a asesinarles, entiendan que la República era una concesión para estar en el patio del fundo, no para entrar a la casa del patrón”. ¿Algún paralelismo con España? Eso decídanlo ustedes. 

 FOTO LAURA CAMPOS
Chile significó también el espíritu de la concertación ¿Qué es eso? Básicamente el mensaje del “no se puede”, esto es, cualquier proyecto político sin el consenso de la derecha está condenado al fracaso (o a que te exterminen). ¿Paralelismos con España? Lean a Villacañas.

Chile, en resumidas cuentas, ha sido desde 1973 una herida fundante de la noción que tiene la izquierda de sí misma y una caja de herramientas para pensar la política. Por eso nos fascina ver a Gabriel Boric en el Galaxie y vemos parpadear los fotogramas que hacen aparecer al fantasma de Allende. Si, por añadidura, los rostros de los principales dirigentes del proceso son los rostros hermosos de treintañeras y treintañeros con tatuajes, fogueados en el movimiento estudiantil y que además miraron nuestra modesta experiencia en España con interés, pues para qué queremos más. Chile convoca a la revancha a los fantasmas de todas las derrotas de la izquierda y nos revuelve el alma… Y en este momento, el analista lacaniano interrumpe el monólogo, pone fin a la sesión y nos pide el dinero. 
Chile ha sido desde 1973 una herida fundante de la noción que tiene la izquierda de sí misma 
Pero sigamos. El estallido social de 2019 empezó a resquebrajar el pacto de la transición chilena. Desembocó institucionalmente en una Convención constitucional que dejó a la derecha sin capacidad de veto (menos de un tercio de asambleístas en la Convención) y en unas presidenciales que no enfrentaron a lo nuevo frente a lo viejo, sino que anticiparon algo (¿futuro anterior?) con ese Boric contra Kast en el que, de momento, el cambio ha podido con la reacción.

Medios de comunicación

Desde entonces, cada día leo la prensa chilena, veo extractos de noticieros y debates que llegan a las redes sociales, pregunto cosas y pido referencias a Mario Amorós y mis amigos chilenos, leo textos viejos y nuevos y le doy muchas vueltas a ese país de geografía inverosímil. Cuando era más joven, viajé en sucios trenes que iban hacia el Norte, cantaba Sabina. Cuando era más joven y viajaba al sur, para estudiar acudía a los manuales de Ciencia Política para hacerme una idea de su sistema político y de partidos, y buscaba también algún libro de historia del país. Conocer la teoría de la dependencia y el análisis de sistemas-mundo me daba alguna clave sobre la dimensión histórico-colonial y postcolonial del poder en la organización de la economía, de la propiedad y el sistema de explotación de los recursos naturales, de la cuestión agraria, de la cuestión indígena etc. Todo ello está bien y puede ayudar a un turista político exterior a entender un pequeño puñado de cosas, pero casi ningún turista político extranjero se suele interesar por las estructuras, correlaciones y características del poder mediático del país. Hemos dedicado dos programas de La Base a Chile y en el último analizamos precisamente eso: la estructura de propiedad oligopólica de los principales medios de comunicación, sus características ideológicas y su papel como actores político-ideológicos determinantes en la política chilena, en particular, a la hora de jerarquizar y enfocar los principales temas que determinan el comportamiento político y electoral de los chilenos.

He podido leer varios estudios de análisis social y demoscópico en torno a la valoración del gobierno, del presidente, de los trabajos de la convención constitucional y del propio texto de la nueva Constitución que habrá de ser aprobada o rechazada en referéndum el próximo 4 de septiembre. Sigo cada día los análisis de El ojo del medio, una plataforma digital de estudio de los medios de comunicación dirigida por el periodista Marcos Ortiz, que analiza las orientaciones editoriales de los principales periódicos chilenos (abrumadoramente conservadores como en España). Los periódicos no tienen, ni de lejos, el impacto de la televisión, la radio o incluso los formatos audiovisuales no convencionales que podemos ver en las redes, pero son los que determinan e inspiran las escaletas de los informativos, las tertulias y matinales e incluso pueden condicionar los formatos de entretenimiento y la conversación en las redes sociales.

Unas cuantas semanas de observación y de lecturas no te permiten dominar ni los matices, ni las profundidades subterráneas de la política chilena, pero sí entender y capturar los temas que dominan el debate político y conocer también las capacidades de los diferentes actores para definir y jerarquizar la agenda de temas. Mi conclusión se la imaginan: nadie supera el poder de la derecha mediática chilena definiendo los temas que monopolizan la conversación política en Chile. Un consejo para viajeros: si es usted un inversor y quiere saber quién manda en la izquierda, hable con el Gobierno, con los dirigentes de los partidos del Frente Amplio y con los líderes sociales. Si quiere saber quién manda en la derecha, no pierda el tiempo con dirigentes políticos; hable con los dueños de El Mercurio.


El Gobierno juega también sus bazas, y la primera Cuenta Pública de Boric (una especie de debate del estado de la nación en formato presidencialista) mostró a un presidente con una impresionante capacidad para hablar a su pueblo. Es una máquina de discurso muy potente en ese formato. Hay un antes y un después de la Cuenta Pública, pero el presidente no puede hablar cada día a su pueblo con tanta eficacia. La gira en Norteamérica y la participación en la Cumbre de las Américas ha reforzado también la imagen del Gobierno y, en general, los marcos favorables a la aprobación de la nueva Constitución. Aunque Gobierno y Constitución caminan sendas paralelas, parece evidente que la imagen de uno de los significantes condiciona al otro y viceversa. Los chilenos han visto a su presidente manejar un magnífico inglés y usarlo para decir, en presencia de Trudeau, a un grupo de estudiantes canadienses que preguntaban por las empresas mineras de su país que operan en Chile, que estas empresas deben operar en Chile con el mismo respeto que si operaran en Canadá. Buen marco, inmejorable imagen. El presidente y su equipo han demostrado también un dominio generacional de los códigos del humor en las redes sociales: el ministro Giorgio Jackson entrando muy bien al trapo de un tuitero que le imaginaba celoso tras la publicación de una foto de Trudeau y Boric compartiendo, quizá con exceso de intimidad, un zumo de algo en un pub. Son jóvenes, son brillantes y gobiernan un país con una pirámide de población en la que los jóvenes tienen más peso demográfico que los no jóvenes (ahora sí, hagan paralelismos pero no se me depriman, el envejecimiento de Europa tiene poco arreglo a corto plazo).

PHOTO  ÁLEX IBAÑEZ

El problema es que la actividad del poder mediático chileno es diaria, constante y tenaz. Leo una entrevista a la ministra secretaria general del Gobierno, responsable de la portavocía del Gobierno, Camila Vallejo, en El Siglo, el periódico del Partido Comunista, su partido, que me hace llegar Amorós. Lógicamente, la entrevista no es agresiva, pero no puede eludir los temas que dominan la agenda mediática: el aumento de una delincuencia descontrolada, el asesinato de la periodista Francisca Sandoval, el rol del Gobierno en el plebiscito, la violencia en la Araucanía, el problema del reconocimiento a la autonomía de los pueblos originarios en la nueva Constitución… No son buenos temas para el Gobierno. Solo al final cae una pregunta sobre el problema de la falta de diversidad del sistema mediático. Vallejo responde a todo con la precisión y la solvencia de un cuadro con mucha experiencia mediática que no deja ni un solo tema a la improvisación. Pero hay una respuesta que me inquieta a una pregunta que podría tener doble filo ¿El compromiso del Gobierno de Gabriel Boric sigue siendo la superación del neoliberalismo? Aquí la respuesta es enormemente genérica: hay que desmercantilizar los derechos sociales como primer paso de una estrategia gradualista. Releo la respuesta varias veces y llego a la misma conclusión. Las respuestas a los temas favorables al adversario están mucho más trabajadas y son más precisas, básicamente porque el adversario define la agenda y los portavoces tienen que dominar los marcos y mensajes para enfrentar esa agenda. Pero la agenda del Gobierno sigue siendo genérica, no termina de definir la conversación mediática.

 Fotografía del Gobierno de Chile.

Y aquí creo que está la clave de todo. Hacer política es reforzarte y debilitar a tu enemigo, y en las democracias mediatizadas eso tiene que ver con tus instrumentos ideológicos para definir la agenda. Si gobiernas, esos instrumentos deben llenar de contenidos el relato de tu acción. Los programas de superación de la violencia neoliberal, consolidando derechos sociales de las mayorías sociales, son el mínimo común denominador de la izquierda mundial que actúa en contextos de economía de mercado. No hay espacio para mucho más. Es cierto que no es lo mismo defender más derechos sociales en el sur de Europa que en América Latina, pero el combate por la mejora de las condiciones materiales de las mayorías se libra en todas partes en el terreno de las estructuras ideológicas. Lo vuelvo a escribir: hacer política es armarte y desarmar a tu enemigo. De poco le servía a Allende el fusil AKMS que Fidel le regaló frente a los aviones de la derecha chilena bombardeando La Moneda. ¿Futuro anterior? Armas, armas, armas…