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jeudi 6 avril 2023

CRISIS DE SEGURIDAD: TECLADO FÁCIL

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ILUSTRACIÓN EL OJO DEL MEDIO

La ley Gatillo fácil tiene muchos padres, pero sería injusto obviar el rol del teclado fácil, que durante años ha allanado el camino. Los medios tradicionales que hoy se oponen al populismo penal tienen tejado de vidrio, ya que durante años vienen incentivando esa sensación de inseguridad que hoy no conoce límites

¿Cuán nefasto tiene que ser un proyecto de ley que beneficia a Carabineros para que incluso El Mercurio se oponga? La mañana del lunes 3 de abril fue necesario leer dos veces el editorial del buque insignia de los Edwards para entender que no se trataba de una broma adelantada del Día de los Inocentes.

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El consejo editorial del periódico a diario enfatiza que habitamos un territorio prácticamente en guerra: al norte con los inmigrantes que cruzan la frontera; en Santiago y Valparaíso con delincuentes, grafiteros, barrabravas y octubristas; en la “macrozona sur” con todo tipo de terroristas de pueblos originarios. Pero este caluroso día de otoño lo que leímos fue contra todo pronóstico.

Junto con cuestionar proyectos de ley relativos a la crisis de seguridad que “establecen incrementos de pena de muy dudosa eficacia”, el texto profundizó en “una serie de ripios técnicos” del proyecto Naín-Retamal. “La regulación del uso de armas por parte de los carabineros está en el Código de Justicia Militar, que en conjunto con las normas reglamentarias contiene reglas en parte más exigentes y en parte más flexibles que las aplicables a los demás ciudadanos. Allí es donde se deben establecer los criterios claros que requieren las fuerzas policiales para poder cumplir con su deber”, señaló el Decano.

Pero, ¿cómo es que llegamos al punto en que El Mercurio cuestione la agenda legislativa de seguridad por “apresurada” y “de escasa calidad técnica”?

Los medios que por estos días despotrican contra la ley Gatillo fácil también tienen tejado de vidrio, ya que durante años vienen incentivando esa sensación de inseguridad que hoy no conoce límites

Durante las últimas semanas hemos sido testigos de lo que algunos han llamado “populismo penal”. Pero no es solo el vacío en seguridad el que ha dejado la cancha abierta a un fenómeno acentuado hoy por el escenario electoral. Sin ignorar las falencias de este gobierno y administraciones anteriores, es necesario indagar en las posibles razones por las cuales la ciudadanía ubica a la seguridad como la principal de sus preocupaciones.

Ya en junio de 2021, tanto El Mercurio como La Tercera celebraban en sus respectivos editoriales la caída en las tasas de victimización reportadas por la Ensuc. En ese momento, las cifras reportaban un retroceso de 10 puntos en los delitos de mayor connotación social (robos, hurtos y lesiones) en un periodo de 5 años. Al mismo tiempo, sin embargo, se referían con preocupación a los altos niveles de inseguridad existentes entre la población, los que habían aumentado de 80,4% a 84,3%.

Al respecto, vale la pena hacer dos preguntas claves que esos editoriales de 2021 (y el del pasado lunes) omitieron olímpicamente. Primero, ¿qué rol les cabe a los medios de comunicación en la alta sensación de inseguridad pese a que los delitos bajen? Y, en segundo lugar, ¿quién se beneficia cuando la población se siente más desprotegida?

Respecto de lo primero, resulta conveniente recordar las palabras de Stuart Hall, quien en 1978 coescribió Policing the crisis, un libro clave para entender estos fenómenos y que 45 años más tarde sigue siendo uno de los relatos más completos, poderosos y persuasivos de cómo se fabrica el consentimiento público a la hora de generar leyes sobre violencia y criminalidad.

De acuerdo con Hall, para imponer mano dura –particularmente sobre determinados grupos dentro de la sociedad– resulta clave generar adhesión por parte de la ciudadanía, para lo cual los medios de comunicación juegan un rol fundamental. “La ‘opinión pública’ sobre el crimen no se forma simplemente al azar. Exhibe una forma y una estructura. Sigue una secuencia. Es un proceso social, no un misterio. Incluso en el umbral más bajo de visibilidad (en conversaciones, en rumores, en el intercambio de puntos de vista rápidos y juicios de sentido común), las conversaciones sobre delitos no son socialmente inocentes... Cuanto más pasa un tema al dominio público, más estructurado está por las ideologías dominantes sobre el crimen”. ¿Suena conocido?

Como vemos, los medios tienen un papel preponderante, y el mismo modus operandi puede aplicarse de distintas maneras. ¿Y si en vez de delincuencia y seguridad hablamos de migración? ¿Y si en vez de migración hablamos de pueblos originarios?

Respecto de quiénes se benefician con una población atemorizada no es necesario buscar muy lejos. Basta con revisar el primer capítulo de la franja del pacto Chile Seguro, conformado por la UDI, RN y Evópoli, para sacar conclusiones.

Pero, así como la izquierda se siente incómoda hablando del tema, los medios que por estos días despotrican contra la ley Gatillo fácil –mote con la que ya se la conoce entre sus detractores– también tienen tejado de vidrio, ya que durante años vienen incentivando esa sensación de inseguridad que hoy no conoce límites.

Criticarlas a pocas horas de ser sometidas a votación tiene algo de mala fe considerando que hasta hace no tanto respaldaban las ideas de un candidato presidencial que proponía la construcción de mega zanjas en la frontera norte.

De poco sirve oponerse hoy en sus editoriales –apurados, a horas de que se voten los proyectos– luego de años minando la sensación de seguridad a través de titulares y fundaciones que siembran el pánico. Lo mismo ocurre con los numerosos expertos entrevistados durante los últimos días para advertir los problemas de leyes de este tipo. ¿Y si hubiesen sido consultados antes para analizar un fenómeno complejo con la calma que se merece?

La ley Gatillo fácil tiene muchos padres, pero sería injusto obviar el rol del teclado fácil, que durante años ha allanado el camino.

Editoriales mercuriales de los últimos meses han celebrado el ascenso en las encuestas de alcaldes de derecha, aunque han precisado que es necesario que eludan la “tentación populista”. Pero, ¿hasta qué punto son creíbles estas palabras cuando los diarios del mismo conglomerado –y para qué decir la televisión y otros medios– no hacen más que inflar a figuras como Rodolfo Carter y su demolición de “casas narco”?

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EL FLAUTISTA DE HAMELÍN,
GRABADO EN MADERA HACIA 1885

El ascenso del “Flautista de La Florida”, como lo llamó un columnista mercurial hace poco, es quizás el mejor ejemplo del rol catalizador que los medios pueden jugar a la hora de empujar medidas populistas como las que acaba de aprobar el Congreso. Criticarlas a pocas horas de ser sometidas a votación y con una buena parte de la ciudadanía a favor tiene algo de mala fe considerando que hasta hace no tanto respaldaban las ideas de un candidato presidencial que proponía la construcción de mega zanjas en la frontera norte. Seamos claros: del nacional populismo de José Antonio Kast al populismo penal de Rodolfo Carter [micro Bukele] no hay tanta distancia.