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¿QUIÉN ES EL TERRAPLANISTA AHORA? ¿Quién es el terraplanista ahora? /“Como sea, los pensadores liberales no dudan en calificar de catastrófico lo que está pasando, y que seguramente todo se volverá contra Estados Unidos. Esto, pues el país recibirá represalias comerciales, se crearán nuevas cadenas de suministro y alianzas que lo excluyan (como parece estar pasando en la inédita respuesta de acercamiento entre China, Japón y Corea del Sur), sin que esté claro que la re-industrialización del país compense la inflación, en términos de prosperidad de los electores, y se crea un clima de incertidumbre que perjudica la inversión y los mercados financieros”.
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Iinterferencia
por Andrés Almeida 09/04/2025
Después del estallido social de Chile y durante la pandemia de Covid, los chilenos decidieron echar mano de manera masiva a sus fondos de pensiones para sortear el difícil momento económico. En el gobierno estaba Sebastián Piñera, un hombre de negocios formado en Harvard, y -como tal- un defensor de la teoría monetaria de la inflación, la que indica -en lo básico- que la masa monetaria en una economía determina sus niveles de inflación, en una relación causal, directa y proporcional.
► À penser en dessin : FENÊTRE SUR COUR
También era defensor de esta idea Ignacio Briones, entonces ex ministro de Hacienda de Piñera, y doctor en economía del Instituto de Estudios Políticos de París, quien acusó de “terraplanistas” a los congresistas chilenos -incluidos miembros de su sector político- que reformaron la Constitución para permitir dos retiros del 10% de sus fondos de pensiones desde las instituciones privadas que los gestionan; las AFP.
Según Briones, los altos niveles de inflación -7,7% acumulado en 2022, explicados por factores externos (los propios de una pandemia que afectó todas las cadenas de suministro del comercio global) y por el “boom del consumo por exceso de liquidez”, según el Banco Central-, eran prueba irrefutable de que se cumplen las grandes leyes científicas de la economía y que negarlas es absurdo y tonto.
Si bien nadie -hasta lo que sé- se ha tomado la molestia de explicar la relación causal, directa y proporcional de la inflación a propósito de los US $19.922 millones que se retiraron, lo que podría ponerle un precio a cada millón de dólares retirado expresado en puntos porcentuales de inflación extra, quedó claro que a mayor masa monetaria, se incrementa la inflación. Algo que es evidente, pero no es lo mismo decir que alguien tiene fiebre que poner un termómetro.
La pregunta que valía la pena hacerse y que tampoco nadie se hizo es si es que el costo de 7,7% de inflación era razonable o no, para un país inmovilizado por la pandemia, molesto socialmente y empobreciendose mes a mes sin posibilidades de salir a trabajar.
Así y todo, el verdadero ´terraplanista económico’ es Thomas Friedman, quien a confesión de su parte, escribió en 2005 un popular e influyente libro titulado El mundo es plano, en el que defiende el proceso de globalización como irreversible (las distancias se aplanan), dados los niveles de integración de las economías. Entre sus asertos, uno de los más populares indica que ve muy difícil que dos países que tienen McDonald's en sus ciudades lleguen a la guerra, pues eso sería indicativo de los niveles de compenetración de sus economías e interdependencias.
Pues bien, el planeta está en una guerra comercial mundial por los feroces aranceles que Donald Trump lanzó, con el propósito de ‘Make America Great Again’, por la vía de reducir los déficits de balanza comercial y reeindustrializar el país. (Y por cierto, había McDonald's en Moscú y Kiev).
Una política que los liberales no han tardado en descalificar con todos los argumentos de libro: las guerras comerciales no benefician a nadie, pues ralentizan la economía global; los aranceles crean inflación, que perjudica a los consumidores; los déficits de balanza de pago no se combaten creando barreras a las importaciones, sino mejorando las condiciones para las exportaciones; las balanzas de pagos entre países tienden a equilibrarse solas por el libre flujo de la inversión; y la industrialización por sustitución de importaciones es ineficiente.
Nada de eso le importó a Trump, cuyos conocimientos de la economía provienen más bien del management, donde lo clave es el liderazgo y la negociación, por lo que no dudó en echar por tierra toneladas de tinta escrita por economistas, para intentar otra cosa.
¿Qué cosa?
Nadie lo tiene claro.
Para algunos, Trump simplemente está mostrando los dientes y el inmenso peso de la economía estadounidense -que sigue siendo la primera a nivel mundial, el destino más importante de las inversiones y el principal mercado de consumo-, imponiendo aranceles brutales para ir negociándolos y dar con una estructura de comercio global que beneficie a Estados Unidos.
Para otros, es un cambio de paradigma económico, pues más bien Estados Unidos estaría siguiendo el modelo chino, el que planificadamente crea condiciones favorables de comercio exterior, desarrollando un modelo exportador protegido que privilegia la producción para alimentar las grandes cadenas de suministro globales, antes que el desarrollo del mercado interno.
Como sea, los pensadores liberales no dudan en calificar de catastrófico lo que está pasando, y que seguramente todo se volverá contra Estados Unidos. Esto, pues el país recibirá represalias comerciales, se crearán nuevas cadenas de suministro y alianzas que lo excluyan (como parece estar pasando en la inédita respuesta de acercamiento entre China, Japón y Corea del Sur), sin que esté claro que la re-industrialización del país compense la inflación, en términos de prosperidad de los electores, y se crea un clima de incertidumbre que perjudica la inversión y los mercados financieros.
Y puede que tengan toda la razón, pero, antes de eso, habría que calibrar el pensamiento del mayor detractor del ‘terraplanista’ Thomas Friedman.
Se trata de Pankaj Ghemawat, un economista indio, doctor en Harvard, quien ha advertido que la globalización no tiene el peso que parece. Estudiando la interconectividad de las distintas grandes economías, Ghemawat concluye que “las interacciones internacionales, aunque nada despreciables, son significativamente menos intensas que las interacciones domésticas”.
Ghemawat está muy lejos de ser el pensador de cabecera de Trump en materia económica, pues aquel afirma que las economías más interconectadas crecen más rápido. Pero, su teoría permite pensar que Estados Unidos podría basarse en sí mismo, e imponer sus términos, al menos durante un rato.
El economista de cabecera de Trump es Peter Navarro -”mi Peter”, en palabras de Trump-, también doctor de Harvard -ex demócrata (como Trump), según él abandonado por su partido-, quien piensa que la principal amenaza de Estados Unidos es China, y que su país puede y debe repatriar las grandes cadenas de suministro globales y favorecer el sector manufacturero.
Un personaje controvertido, que ha protagonizado grandes polémicas -como defender el uso de la hidroxicloroquina contra el Covid, alimentar teorías conspirativas sobre el supuesto fraude contra Trump de 2020, o haber inventado un personaje ficticio para vertir opiniones propias en sus libros-, y quien -todo indica- es el autor intelectual de haber puesto patas para arriba al mundo y desafiado el pensamiento liberal, con el propósito de detener la decadencia de la era americana.
Un autor que los empresarios y economistas chilenos tendrán que estudiar a contrapelo, pero con detención, al menos, antes de que aranceles y subsidios sea lo que llena las páginas de la prensa económica local.
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