PORTADA OJO DEL MEDIO DEL 26 DE OCTUBRE 2022 PANTALLAZO |
Un nuevo libro que se lanza hoy en Londres, titulado “El futuro de los medios”, pone foco en un problema actual que en Chile parece ser más urgente: la falta de voces plurales en la prensa. Los medios, afirman sus autores, se han vuelto parte del problema que aqueja a Occidente, al alejarse de los ciudadanos comunes y sobrerrepresentar a los sectores más acaudalados e influyentes de la sociedad.
Marcos Ortiz F., director de Ojo del Medio (@ojodelmedio)
Llegado el momento, Mario Kreutzberger fue invitado al escenario para recibir el galardón por su extensa trayectoria televisiva. Anatel y la Universidad Católica, organizadores del evento, premiaban así al longevo animador y celebraban los 65 años desde la primera transmisión televisiva llevada a cabo en nuestro país.
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La imagen, sin embargo, no pasó inadvertida. Sobre la tarima se ubicaron, uno al lado del otro, los ejecutivos que forman parte de la Asociación Nacional de Televisión: todos eran hombres. ¿La única mujer sobre el escenario? Karen Doggenweiler, quien, junto a Martín Cárcamo, oficiaba de anfitriona.
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La mañana siguiente, la supremacía masculina en los medios de comunicación quedó nuevamente en evidencia en las páginas editoriales de El Mercurio. Las 11 cartas al director, las dos columnas, el chiste del día y hasta la plana ejecutiva del diario cuyos nombres aparecen sagradamente en la página A3 correspondían únicamente a varones. En total, 20 hombres y ninguna mujer.
¿Es que acaso en pleno 2022 no hay mujeres capaces de dirigir canales de televisión? ¿Por qué será que las cartas al director de un diario como El Mercurio son tan marcadamente masculinas? “Es una pesadilla conseguir mujeres”, señala una periodista con décadas de experiencia en prensa escrita para explicar el notorio desbalance a la hora de encontrar “expertos” dispuestos a hablar sobre un determinado tema.
No es que los medios no hayan visto venir el estallido, sino que más bien fueron parte del problema al dar cabida a solo un tipo de voces en desmedro de la población que se sentía pasado a llevar por estos actores.
En un Chile que hace apenas tres años salió masivamente a la calle para demandar –entre otras cosas– igualdad de trato para hombres y mujeres, la realidad parece un despropósito. Hipótesis puede haber muchas. Desde una posible renuencia de las mujeres a ser parte de un debate tóxico y despiadado hasta la mayor prevalencia del famoso Síndrome del Impostor entre las mujeres (tema sobre el cual Ricardo Martínez escribió en estas mismas páginas hace poco). Ahora bien, ¿cuánto influye también la estructura interna de toma de decisiones de estos medios a la hora de generar este ambiente del que muchas mujeres sencillamente no quieren ser parte?
« The Future of Media » |
En The Future of Media –libro que se lanza hoy en Londres– los académicos de la universidad de Goldsmiths Natalie Fenton y Des Freedman analizan una serie de alternativas para modelar un sistema de medios más democrático e igualitario. “El igualitarismo significa deshacerse de las desigualdades y, por lo tanto, también está relacionado con la pluralidad interna de las organizaciones de medios”, señalan los autores. “Unos medios igualitarios reconocerán las formas en que los medios han frenado a ciertas personas (personas negras, ancianos, gente con discapacidad, la clase trabajadora) y buscarán contrarrestar esas formas de discriminación tomando medidas especiales para compensar las desigualdades sociales y económicas de estructuras sociales injustas”.
Pero mayores dosis de equilibrio mediático no se reducen únicamente a un mayor pluralismo en la propiedad de estos medios, sostienen los autores. “Una democracia realmente significativa va más allá de las versiones liberales de la democracia con su énfasis en los derechos individuales y la jurisprudencia para reconectarse con una tradición democrática basada en la igualdad, la participación y la soberanía popular”, agregan. Un sistema de medios verdaderamente representativo debería considerar con mayor énfasis la existencia de medios locales y comunitarios, espacios en que ciudadanos de a pie puedan ser considerados fuentes válidas para explicar fenómenos que les aquejan y que conocen probablemente con más detalle que muchos de quienes solo advierten cifras macroeconómicas.
¿Qué pasará si mantenemos el modelo inalterado? “Nuestros medios se volverán cada vez más concentrados en menos manos, más susceptibles a las presiones del mercado y distorsionados por las prioridades comerciales”, señalan los británicos.
A tres años del estallido, el ejemplo que Fenton y Freedman sugieren podría perfectamente aplicarse a lo sucedido en nuestro país. “No fue tanto que los medios ‘fallaron’ en predecir la crisis bancaria de 2008”, señalan los autores, sino que ellos mismos “ayudaron a celebrar los instrumentos financieros y los panoramas desregulatorios que finalmente allanaron el camino para la crisis”. En otras palabras, no es necesariamente que los medios chilenos no hayan visto venir el estallido, sino que más bien fueron parte del problema al dar cabida a solo un tipo de voces en desmedro de todo un sector de la población que se sentía precisamente pasado a llevar por estos actores. Aunque suene a trabalenguas: no lo vieron venir, no quisieron verlo venir, pero hicieron todo lo que estaba a su alcance para que terminara sucediendo.
Mientras el país intenta –una vez más y con los de siempre tirando firme del freno de mano– avanzar en materia constitucional, el gobierno impulsa discusiones necesarias para estudiar el sistema de medios del país y sugerir reformas tendientes a su democratización. ¿Qué pasará si mantenemos el modelo inalterado como hasta ahora? “Nuestros medios se volverán cada vez más concentrados en menos manos, más susceptibles a las presiones del mercado y distorsionados por las prioridades comerciales, menos diversos y menos capaces de aprovechar el potencial de las plataformas digitales para fines públicos”, señalan los británicos.
Mientras se debate intensamente sobre “bordes” y principios que no pueden quedar fuera de una Constitución, la discusión sobre la importancia que un sistema de medios democrático y representativo tiene para un país no puede quedar a un margen. No aprender de la miopía que nos llevó a un punto de quiebre hace tres años significaría volver a tropezar, una vez más, con la misma piedra.
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