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DIBUJO OSVALDO CAVANDOLI En la coyuntura reciente de triunfo del Rechazo en el Plebiscito de salida, hay que remontar al acuerdo “Por la paz y Nueva Constitución”, firmado por todo el espectro político chileno a la excepción del Partido Comunista y de FRVS, como estrategia para encauzar los remezones del estallido social de octubre 2019.
por Álvaro Alarcón (Psicólogo social)
ÁLVARO ALARCÓN |
Nos encontramos en una situación inédita, que motiva incluso la curiosidad internacional: una constitución extensa y original pretendía transformar profundamente una sociedad.
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En general los movimientos populares en períodos de gobierno, han acometido largos y complejos procesos de cambios y de respuesta a los objetivos básicos del pueblo, antes de acordar en profundidad la superestructura constitucional. En Chile la situación es particular, porque confrontamos una Constitución de herencia dictatorial que frena todo intento de democracia real y de igualdad primordial para la gran mayoría popular.
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Sin embargo, después del fracaso del Apruebo, y si el intento era lograr un consenso popular con la proposición constitucional, ¿no hubiese sido preferible identificar las columnas fundamentales, correspondientes a las reivindicaciones más sentidas y naturalmente comprensibles para el pueblo, en lugar de desear construir una sociedad imaginaria a través de una Constitución que una importante mayoría popular no entendió y rechazó? Gabriel Boric lo señala muy bien cuando afirma: “Una de las primeras lecciones que tuvimos fue que no puedes ir más rápido que tu gente”.
El problema está planteado, una gran mayoría da más bien prioridad a sus dificultades sustanciales de supervivencia, en una sociedad y entorno global que se vuelve cada vez más agresivo y despiadado. En este contexto, la danza institucional y política sobre los recovecos del barniz constitucional, da muestras de no interesar a un sector no despreciable de la población chilena.
Hay que recordar que, en el Plebiscito de Entrada el 25 de octubre de 2020, donde se pregunta al país sobre la necesidad de una nueva Constitución y las formas de elaborarla, se produce una abstención de 7 millones 300 mil personas sobre 14 millones 800 mil inscritos.
El Apruebo a una nueva Constitución fue mayoritario (78.27%) y refrendado además por la participación que alcanzó el 50.9% de la población total de electores, ¡pero ya en esa primera coyuntura, a 49.1% de abstencionistas, les daba lo mismo una nueva Constitución o no!
Es decir, una absoluta indiferencia a la Constitución de Pinochet o a una nueva. No significa, a priori evidentemente, un apoyo formal a la Constitución dictatorial (en ese caso los refractarios se hubiesen desplazado a las urnas), pero sí por defecto. Ahora, no es una situación solo contingente a dicho período, sino que continúa repitiéndose como sabemos.
Este mismo abstencionismo, con altos y bajos, se manifiesta igualmente en las elecciones presidenciales y particularmente en la Segunda Vuelta con 6 millones 600 mil inscritos abstencionistas, respecto a un padrón de 15 millones.
La culminación es el Plebiscito de Salida, con votación obligatoria, donde el Apruebo obtiene un poco más que la votación lograda por Gabriel Boric, es decir 4.859.103 millones de votos, constituyendo una votación estable. La manifestación constante de abstención (6 a 7 millones) tiene un vuelco retumbante: aproximadamente 4 millones 500 mil personas, habitualmente abstencionistas, pero forzados a desplazarse por el voto obligatorio, se inclinan por el Rechazo (constituyendo millones de votos nuevos que son emitidos en comparación con la Segunda Vuelta presidencial) y generan un resultado de 7 millones 800 mil votos por el Rechazo. ¡Es decir, para volver a señalarlo, 61,89% por el Rechazo y 38,11% por el Apruebo a una nueva Constitución que reemplace aquella de Pinochet!
La Derecha, que en la Segunda Vuelta presidencial obtuvo solo 3 millones 600 mil votos, desde luego reclama como suya esta nueva votación.
La abstención “pura y dura”, que no se moviliza por nada y que ignora las sanciones que evoca el voto obligatorio, disminuye a aproximadamente a 2 millones sobre 15 millones de inscritos.
Las votaciones serán en adelante obligatorias, lo que transformará los 4 millones y medio de ex - abstencionistas que se pronunciaron por el Rechazo y los 2 millones de abstencionistas “duros”, en objeto de análisis acucioso. Las soluciones eventuales se convierten en problemáticas largas y complejas y todo el proceso se muta en dificultad más bien estratégica que táctica, como lo veremos en los análisis siguientes que se han hecho en el espacio político.
Una primera conclusión evidente, es la incapacidad de las soluciones propuestas después del 18-O para responder a las reivindicaciones populares.
Una segunda conclusión, menos evidente hasta hace poco, es que no era la totalidad del pueblo que se había desplegado en estos 3 años de manifestación, como se afirma. Una masa considerable, inactiva hasta ahora en su expresión política, se pronuncia por rechazar una Constitución que se suponía progresista y avanzada. ¡Y este sector es eminentemente popular!
En el plano político y en análisis recientes, se han expresado muchas causas que habrían sustentado este triunfo del Rechazo. Desconexión de la constituyente con la sociedad chilena; efectos interpretados como de dilución de la “chilenidad”; actitudes sectarias de los convencionales; incomunicación en torno al trabajo de estos mismos convencionales respecto a la opinión pública; ausencia de los trabajadores y pobladores en la elaboración de la Constitución; campaña millonaria y mentirosa de la Derecha a través de sus poderosas fuentes mediáticas; campaña falaz de las AFP evocando la “posibilidad de pérdida de fondos previsionales”; ignorancia relativa, desinterés y desinformación de una parte importante de los chilenos; que el Gobierno en una comunicación desacertada habría hablado de una “tercera vía”, que “excusó” a los que dudaban; que la Convención se transformó en una institución más, sumándose al desprestigio que éstas tienen para el pueblo; que la plurinacionalidad fue mal comprendida; que el Plebiscito se utilizó contra el Gobierno y su dificultad para enfrentar 4 factores como la inflación, la delincuencia, la violencia en La Araucanía y la migración ilegal; etc. etc.
En resumen, algunas de estas causas probables son ya inatrapables, otras son “tácticas”, es decir modificables en el plazo inmediato y de alcance concreto y también las hay estratégicas como las que denuncia Pablo Iglesias, que es el poderío enorme de las fuentes mediáticas controladas por el poder financiero nacional e internacional y por la Derecha.
No obstante, quisiera hacer un análisis más extenso de una opinión que entrega Guillermo Tellier: “No voy a criticar a los ex convencionales, porque hicieron un gran trabajo, salvo los errores de algunos. Tampoco voy a decir que el texto es un texto aberrante. Es un texto muy moderno, que así ha sido calificado, y que fue incomprendido porque chocaba con el sentido común de la gente. Puede ser la idiosincrasia, el neoliberalismo y el individualismo que ha permeado en la sociedad chilena”.
Cuando hablamos de la marginación de millones de chilenos, de zonas populares y regiones rurales, del proceso de transformación de la sociedad chilena, y precisamente de la gran mayoría de los 6 millones y medio de abstencionistas, debemos plantearnos con urgencia hasta donde ha hecho mella en las consciencias de un sector significativo del pueblo, la influencia ideológica del neoliberalismo.
Algunos dirigentes populares, pierden la frialdad de análisis cuando se enfrentan a esta realidad. Es el caso de la ex convencional de pueblos originarios, Natividad Llanquileo, cuando sostiene con desaliento: “No justifico a las poblas que se sienten condominios. No justifico a nadie. Más del 60% dijo estar bien como están. Excelente por ustedes. Pero sigo viendo desclasados, racistas, homofóbicos y mucho individualismo”.
El acercamiento a los sectores populares más alejados y decepcionados del pueblo, es una misión profundamente estratégica, es decir, compleja, extensa, insustituible y de resultados imprescindibles. Siendo las próximas confrontaciones electorales en su totalidad con voto obligatorio, no habrá posibilidades de avance real y quizás un triunfo de la Derecha, si esto no se produce.
Toma aquí toda su importancia retomar la estrategia que desarrolló Karol Cariola durante el Plebiscito y que se denominó Trabajo Territorial en que “debía irse a las calles, las plazas, los parques, los barrios, las villas, las comunas, hacer los casa a casa”, haciendo una “campaña a la antigua”.
El reciente Décimo Pleno del Comité Central, no señala otra cosa cuando plantea que: “Debemos actuar sin prejuicios ni sectarismo con los partidos del Socialismo Democrático, que, en la actual coyuntura se funda en la necesidad de avanzar en la realización del programa y en las tareas cotidianas de gestión de gobierno, además de actuar unidos en la continuación del proceso constituyente, porque entendemos que, dado el cuadro real de correlaciones de fuerzas, el adversario principal de AD y el SD, que sustentan el gobierno, es la derecha y su poder político-económico, en ascenso. Si estamos en el gobierno, y somos parte de él, en este complejo escenario, o avanzan todas las coaliciones, o retrocedemos y puede ganar la derecha”.
AA
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