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APOLLON ET DAPHNÉ 1615 / 1620
En vez de capitalizar el poder de la victoria en una oferta moderna que incorpora la inclusión social, la oposición inicia el año 2023 con la misma estrategia de instrumentalizar las urgencias de seguridad, inflación y control migratorio, como maestranza de municiones contra un gobierno en estado de máxima fragilidad.
APOLLON ET DAPHNÉ |
El mito griego de Dafne cuenta que la ninfa se convirtió en un laurel para ocultarse del acoso de Apolo, quien, deseoso de poseerla, usó la nueva forma inerte de la joven como corona, símbolo de triunfo.
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Los romanos rescataron el mito y emplearon la rama para condecorar a los victoriosos y los ilustres, aunque como todo éxito, la aureola entrañaba el peligro de abandonar el esfuerzo, de “dormirse en los laureles” tras obtener la corona.
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La amenaza de los laureles corona el nuevo año 2023 porque la desidia después del triunfo del Rechazo se apodera de la elite opositora, embobada por el éxito electoral y a punto de desaprovechar una oportunidad histórica: la de usar su recuperado control para desplegar un proyecto social y participar en acuerdos a la altura de la crisis que vive Chile.
La derecha mediática en sus últimas ediciones del año : Duopolio El Mercurio y Copesa en Chile. Esa derecha solo quiere el poder y no está interesada en la democracia.
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EDITORIAL EL MERCURIO 31 DE DICIEMBRE DE 2022 |
EDITORIAL LA TERCERA 31 DE DICIEMBRE DE 2022 |
En vez de capitalizar el poder de la victoria en una oferta de derecha moderna que incorpora medidas básicas de inclusión -esta vez bajo los términos del poder económico-, la derecha inició el año 2023 con la misma estrategia del anterior, instrumentalizando las urgencias de seguridad, inflación y control migratorio, como maestranza de municiones contra el gobierno de Gabriel Boric.
La amenaza de los laureles corona el nuevo año 2023 porque la desidia después del triunfo del Rechazo se apodera de la elite opositora, embobada por el éxito electoral y a punto de desaprovechar una oportunidad histórica: la de usar su recuperado control para desplegar un proyecto social y participar en acuerdos a la altura de la crisis que vive Chile.
La siesta opositora en los laureles se vuelve más placentera con un gobierno preso de su impericia y knockeado por el adverso escenario post plebiscito. No hay que agitarse demasiado para embestir contra una coalición débil, que ha tenido que improvisar su agenda frente a la inesperada contundencia de su derrota en el plebiscito.
Desde la comodidad del triunfo, la derecha ha llegado al absurdo de sostener que el deterioro económico y la delincuencia iniciaron con el estallido y se agravaron con el gobierno de izquierda; como si la pandemia no hubiese causado estragos en todo el mundo y la emergencia humanitaria de la migración no fuera la más grave en la historia de la región latinoamericana, aún peor que el éxodo sirio hacia Europa en 2014. Y eso sin mencionar los desastres heredados del gobierno de Sebastián Piñera.
Claro está que la marcha del país es responsabilidad de la Moneda y no de la oposición. El control del orden público, la protección de las fronteras y la conducción económica son tareas del Poder Ejecutivo; es Boric quien deberá responder por sus errores y aciertos. Pero hay momentos de crisis que requieren una respuesta de Estado, del sistema político en su conjunto. Así como el estallido social congregó las voluntades de los partidos para encauzar el conflicto a través de un proceso constituyente; y así como el fracaso de ese cometido volvió a reunir a los partidos en el 'Acuerdo por Chile'; la triple crisis post pandemia necesita una respuesta conjunta. Hay que sacarse la corona de laureles y despertar de la borrachera del triunfo.
En situaciones de catástrofe no vale el proverbio chino de sentarse a mirar cómo pasa el cadáver del enemigo. Ese es un buen consejo para evitar la ira y conservar la calma ante la hostilidad del adversario, pero es la peor de las prácticas cuando el verdadero poder no está en el gobierno sino en la oposición.
“Tomar palco”, como prometió en susurros la senadora Ximena Rincón, sin advertir que el micrófono de la testera del Senado permanecía encendido, es una conducta oportunista y revanchista, que representa lo peor del deterioro de los partidos.
El nuevo año 2023 comienza con la misma crisis de confianza en las instituciones que estalló hace tres años, pero ahora agravada por un sistema de partidos políticos en franca descomposición, un proceso constituyente frustrado y un gobierno en máxima fragilidad.
Esto demuestra que el simplismo de sofá se ha extremado hasta la negación de las deudas sociales; hasta la deshonestidad intelectual de resignificar la revuelta del 19 de octubre como un intento de golpe contra Sebastián Piñera, liderado por los comunistas y el Frente Amplio.
Según un estudio del CEP acerca de los patrones de votación de la Cámara antes y después plebiscito, la bancada del Partido Republicano votó aún más a la derecha que antes, al igual que Chile Vamos “se sitúa significativamente más a la derecha”.
Esto demuestra que el simplismo de sofá se ha extremado hasta la negación de las deudas sociales; hasta la deshonestidad intelectual de resignificar la revuelta del 19 de octubre como un intento de golpe contra Sebastián Piñera, liderado por los comunistas y el Frente Amplio.
Según esa narrativa, ya no hay riesgo de inestabilidad política derivado de la desigualdad, ni se requerirían reformas para preservar la paz social. Al contrario, la cohesión se habría restablecido y ha sido derrotado el “octubrismo”; algo que nadie sabe si corresponde a una ideología, una guerrilla marxista o qué dientres significa, más allá de una vocablo útil para la peligrosa intención de amalgamar protesta y delincuencia.
Desde luego esta pereza del establishment también cunde en el poder económico. Hace tres años el estallido remeció a los empresarios, Andrónico Luksic anunció que el sueldo mínimo en Quiñenco sería de $500 mil y Jorge Swett exhortó a sus pares a “meterse la mano al bolsillo”. Ahora los bolsillos se cierran y se reclina el asiento para dormir el sueño de la continuidad del modelo... mientras se pueda. Las reformas previsional y tributaria tendrán que esperar hasta una nueva efervescencia social o hasta que emerja el populista autoritario que le haga la pega a la política.
Lindos sueños también tendrá el nuevo proceso constituyente, que se desarrollará con un marcado predominio conservador y una ausencia de interés ciudadano. Aun con esas restricciones, la deliberación responsable podría sentar las bases de un auténtico estado social de derecho, pero eso requiere visión de quienes tienen la llave de este proceso, la derecha.
La ruta democrática de los sectores conservadores es retomar el proyecto de derecha social y sacar adelante los acuerdos de seguridad. El camino fácil, pero peligroso, es tomar palco y dormirse en los laureles, mientras pasa por delante el cadáver de Boric. Por mientras, acecha por detrás una derecha radical y populista, ansiosa de instalar el orden de la autocracia.
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