FOTO LA TERCERA |
¿Hasta qué punto tiene razón Elisa Loncon cuando señala que la petición de información emanada originalmente desde El Mercurio tiene componentes racistas o de clase? ¿Tienen un punto quienes cuestionaron el famoso tuit de Gabriel Boric y le recordaron que debe ser particularmente cuidadoso al señalar a un medio de comunicación? [OJO DEL MEDIO 👁]
¿Cuánto influye la posición que ocupamos en la sociedad a la hora de observar la realidad? ¿Hasta qué punto determina ese factor la validez de nuestras palabras? ¿En qué momento se convierte en un activo que nos otorga mayor legitimidad y cuándo se transforma en una limitación que le resta mérito o valor a lo que decimos?
LA DERECHA MEDIÁTICA CONTRA LA DOCTORA ELISA LONCON |
En los días recientes, al menos dos polémicas han sacudido a ese micromundo que todavía consume medios de comunicación tradicionales. Se ha tratado de controversias tan sabrosas como inesperadas, y nos han permitido entender el lugar que ocupa nuestra prensa en relación a otras figuras del poder.
La primera de ellas dijo relación con la solicitud hecha por El Mercurio a través de su sección de chequeo de datos El Polígrafo a la Universidad de Santiago para conocer en detalle a qué se ha dedicado la doctora Elisa Loncon durante su año sabático. La petición de información –en apariencia inocua– escaló al punto de convertirse en un tema cubierto a páginas completas por todos los medios de comunicación escritos.
“Nuestra obligación es hacer cumplir la ley”, señaló el presidente de la CPLT, Francisco Leturia Infante. “Hay una persecución con sesgo racial, de clase y de género”, retrucó Elisa Loncon Antileo.
PORTADA TIME MAGAZINE 15 SEPT. 2021 FOTO CRISTIAN SOTO QUIROZ |
Luego de que el Consejo para la Transparencia (CPLT) determinara la legalidad de la petición hecha por el diario, la Usach salió con fuerza a defender a una de sus académicas más visibles, otrora presidenta de la Convención Constitucional, portada de revista Time y cuya figuración en universidades de alto prestigio a nivel mundial ha incomodado a algunos de los sectores más conservadores del país.
“Nuestra obligación es hacer cumplir la ley”, señaló el presidente de la CPLT, Francisco Leturia Infante. “Hay una persecución con sesgo racial, de clase y de género”, retrucó Elisa Loncon Antileo, vistiendo trajes típicos mapuche. “Son muchas las personas que han tenido sabático, pero hay una que lleva los apellidos Loncon Antileo y me han expuesto al escarnio público, ¿será por mi apellido? ¿Por qué a mí?”, agregó, aludiendo a la existencia de un “lado oscuro” que habría planificado la operación.
Apenas un día antes de la masiva conferencia de prensa de Loncon, otra controversia sacudió a los medios, luego de que La Tercera publicara detalles de la asistencia del presidente Gabriel Boric al estadio Santa Laura la noche del sábado. Si bien el mismo día del partido el periódico consignó el hecho en su sección deportiva bajo el título “Presidente Boric asiste a Santa Laura para el duelo entre la UC y La Calera”, a los dos días la cobertura se trasladó a su sección de crónica, con un foco muy distinto. “Escoltas camuflados, personal antidrogas y 50 efectivos en alerta: así fue el despliegue de Carabineros para que el Presidente fuera al estadio”, tituló el artículo.
Tres horas después de subida la nota al sitio del diario, Carabineros posteó un desmentido en sus redes, asegurando que no era cierto que se hubiera dispuesto un contingente adicional de seguridad ese día en el estadio. Dos horas más tarde, fue el propio Boric quien, aludiendo al desmentido, salió a comentar el hecho: “Yo entiendo que La Tercera tenga una línea editorial crítica del gobierno. Están en todo su derecho y amparados en la libertad de prensa. Pero les pido que en su ánimo de golpear no inventen noticias falsas con fuente en off involucrando a otras instituciones como Carabineros”.
¿Hasta qué punto lograron las palabras de Boric invertir una narrativa, pasando La Tercera de ser el diario que publica noticias imprecisas o derechamente falsas a ser un medio acosado por la primera autoridad del país?
Como era de esperar, una serie de voces rápidamente comentó el involucramiento directo del Presidente. La mayoría de las críticas no dijo relación con la noticia publicada por el diario de la familia Saieh, sino más bien con lo innecesario de la intervención de Boric considerando que cuenta con un equipo dedicado precisamente al manejo de la prensa y las comunicaciones del gobierno.
¿Era necesario realmente marcar un punto que ya había subrayado por el Director Nacional de Orden y Seguridad de Carabineros? ¿Hasta qué punto lograron las palabras de Boric invertir una narrativa, pasando La Tercera de ser el diario que publica noticias imprecisas o derechamente falsas a ser un medio acosado por la primera autoridad del país?
Las polémicas entre El Mercurio y Elisa Loncon y entre La Tercera y Gabriel Boric no tienen respuestas fáciles. Claro que sí, el diario de los Edwards, como cualquier medio de comunicación, está en todo su derecho de solicitar información pública respecto de una figura que hasta hace menos de un año fue una autoridad pública y hoy se desempeña en una universidad estatal. Y lo mismo corre para Boric, quien está en todo su derecho al momento de cuestionar una cobertura que le afecta directamente y que ha sido desmentida precisamente por las fuerzas de orden aludidas en la nota.
Pero lo que entra en juego en ambos casos es el concepto de posicionalidad, es decir, el espacio en la sociedad que ocupa una de las partes, ya sea en relación a su género, edad, identidad sexual, clase social, contexto cultural, económico u otro. El término, utilizado en la academia para analizar la posición en la que se ubica el investigador respecto de lo investigado, resulta particularmente pertinente para analizar el rol de los medios y el espacio de poder que ocupan dentro de nuestra sociedad.
Por cierto, el Presidente también es un ciudadano –eso es lo que intentó comunicar al ir a ese sector del estadio y no al palco oficial– pero, claro, tampoco se trata de un ciudadano cualquiera.
¿Hasta qué punto tiene razón Elisa Loncon cuando señala que la petición de información emanada originalmente desde El Mercurio tiene componentes racistas o de clase? ¿En cuántos casos hemos visto al mismo diario ser más crítico y cuestionador con quien evade un pasaje del transporte público que, por ejemplo, con los dueños de las isapres que pretenden dejar de pagar USD$1.400 millones adeudados a sus afiliados, en su mayoría mujeres? ¿En qué medida actúa la sección de chequeo de datos como una extensión de las páginas editoriales frente a una figura que ha criticado –y abiertamente tratado de reformar– un sistema que desde siempre ha favorecido a este medio de comunicación?
¿Tienen un punto quienes cuestionaron el famoso tuit de Gabriel Boric y le recordaron que debe ser particularmente cuidadoso al señalar a un medio de comunicación? Por cierto, el Presidente también es un ciudadano –eso es lo que intentó comunicar al ir a ese sector del estadio y no al palco oficial– pero, claro, tampoco se trata de un ciudadano cualquiera.
No es el objetivo de estas líneas ofrecer respuestas a esta larga lista de preguntas, sino tan solo incorporar elementos a la discusión entre poder y medios, una sobre la cual no se habla lo suficiente y en la que muchos reniegan o ignoran su posicionalidad.