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samedi 9 septembre 2023

« HAY MÁS PINOCHETISTAS QUE NUNCA»

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50 AÑOS DEL GOLPE DE ESTADO EN CHILE./ J. R. MORA

PETER KORNBLUH / ANALISTA POLÍTICO/ “Hay más pinochetistas que nunca”/ “El mayor experto sobre la intervención de Estados Unidos en Chile” y “el hombre clave para lograr que los más profundos secretos de esa historia salieran a la luz”. Así es como, la semana pasada, la televisión chilena describió a Peter Kornbluh, un analista político que lleva casi 40 años investigando documentos clasificados del gobierno norteamericano –después de haber conseguido él su desclasificación– para revelar cómo Estados Unidos desestabilizó el gobierno democrático de Salvador Allende, ayudó al Ejército chileno a derrocarlo y acabó por apoyar el sangriento régimen dictatorial de Augusto Pinochet.

PETER KORNBLUH DURANTE LA PRESENTACIÓN
DEL LIBRO 'PINOCHET DESCLASIFICADO' EN
SANTIAGO DE CHILE, 
EL 1 DE SEPTIEMBRE DE 2023.
PHOTO MUSEO DE LA MEMORIA
par Sebastiaan Faber

Kornbluh (Michigan, 1956) trabaja en los National Security Archives, una ONG radicada en Washington DC que, bajo la dirección de Tom Blanton (entrevistado en estas páginas hace poco), se dedica a analizar la política exterior norteamericana a través de archivos gubernamentales. Estos días, Kornbluh está en Chile para presentar la traducción al castellano de su último libro, Pinochet desclasificado. Los archivos secretos de Estados Unidos sobre Chile (Ed. Catalonia) y un largometraje documental basado en su trabajo (Operación Chile, estrenado este 5 de septiembre en la televisión chilena). Y también, claro está, para participar en la conmemoración del 50 aniversario del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Me atiende por videoconferencia desde Santiago de Chile.

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En Chile, la memoria histórica del golpe de Pinochet se ha convertido en una batalla por el relato. 

«PINOCHET DESCLASIFICADO:
LOS ARCHIVOS SECRETOS
DE EEUU SOBRE CHILE  » 
 

Los debates sobre las causas y las consecuencias del golpe aquí son tremendamente cáusticos. La derecha chilena está intentando blanquear los crímenes de Pinochet, retratándolo como un hombre de Estado. Demasiados chilenos siguen creyendo que hizo cosas maravillosas para el país, cosas que le absuelven de cualquier problema que también pueda haber causado. Y mucha gente no conoce, o subsestima, la contribución de Estados Unidos en el golpe contra Allende –a pesar de lo documentadísima que está esa contribución hoy–.

¿Qué cambios ha observado en estos últimos diez años?

Pues bien, da la casualidad que también estuve aquí para el 40 aniversario. Te puedo decir que fue una cosa completamente diferente. Entonces, se avecinaba una batalla electoral entre dos candidatas a la presidencia [Michelle Bachelet y Evelyn Matthei], ambas hijas de generales activos durante el golpe, pero de lados opuestos. A pesar de ello, el consenso era que nadie quería ser identificado como pinochetista, entre otras razones porque no te aportaba ningún voto. Incluso el entonces presidente, Sebastián Piñera, hizo amagos por disculparse por los abusos de la dictadura.

« Hace diez años nadie quería ser identificado como pinochetista, entre otras razones porque no te aportaba ningún voto» 

¿Y hoy?

El cambio es total. Los pinochetistas pretenden aprovechar el 50 aniversario para celebrar el golpe más que conmemorarlo. Hay más pinochetistas que nunca. Como sucede en Estados Unidos, aquí crece la extrema derecha mientras los partidos tradicionales pierden apoyos. Y el debate sobre el legado de Pinochet no solo es cáustico, sino que está repleto de desinformación y negacionismo, de mentiras instrumentalizadas para justificar el golpe. Aun así, es un debate que tiene una gran relevancia.

¿En qué sentido?

Es importante no solo para el futuro de Chile, sino para el futuro de Estados Unidos y, francamente, para todos los países de tradiciones democráticas –sean Suecia, Italia o España– donde está creciendo una derecha que ya no es simplemente conservadora, sino que pretende sustituir la democracia por la autocracia. Esa amenaza, que es tremenda, también explica por qué tantos países hoy tienen los ojos puestos en Chile para ver cómo conmemora este 50 aniversario.

¿Cómo debería conmemorarse, en su opinión?

Como un intento, apoyado por Estados Unidos, por abortar la santidad constitucional de la vida política chilena para instaurar una brutal dictadura militar que Estados Unidos, a su vez, ayudó a consolidar. Esto es lo que hay que recordar, porque nos incumbe a todos.

« Está creciendo una derecha que ya no es simplemente conservadora, sino que pretende sustituir la democracia por la autocracia» 

Usted ha dedicado su vida profesional a la desclasificación, el análisis y la difusión de los hechos sobre el golpe y el papel de Estados Unidos en él. Gracias a ello, hoy sabemos más que hace diez años. Sin embargo, según lo que usted acaba de decir, la imagen de Pinochet entre los chilenos es más positiva hoy que hace diez años. ¿Es hora de cambiar de táctica?

No lo creo. Para empezar, Estados Unidos sigue reteniendo documentos que pueden desempeñar un papel muy significativo en el debate chileno.

¿Los hechos documentados siguen teniendo peso, entonces?

Ya lo creo. Sin ir más lejos, mi libro y el documental basado en él, que se acaba de estrenar, están teniendo impacto. Revelan, entre otras muchas cosas, que Pinochet preparaba un segundo golpe para la noche del plebiscito de 1988. No se llevó a cabo porque la cúpula militar se opuso.

¿Una nueva oleada de revelaciones desde Estados Unidos ayudarían a cambiar el debate en Chile?

Claro. Si Estados Unidos desclasificara la investigación del atentado en Washington, DC de 1976 en que fueron asesinados Orlando Letelier y Ronni Moffitt –atentado que fue iniciativa del propio dictador–, Pinochet quedaría retratado como lo que era: no como un hombre de Estado, que es como pretenden pintarlo sus admiradores, sino un terrorista internacional.

« Si Estados Unidos desclasificara la investigación del atentado en Washington, DC de 1976, Pinochet quedaría como lo que era: un terrorista internacional»

¿Pero no hay mucha documentación ya?

Sí, pero la publicación de documentos nuevos generaría titulares y ayudaría a ganar este debate en que hay tanto en juego. No queremos más Pinochets, ni en Chile ni en Estados Unidos ni en ningún otro lugar del mundo.

¿A qué espera Estados Unidos para desclasificarlo todo? ¿La resistencia, a estas alturas, aún es política?

No lo creo. Te doy un ejemplo. En una pieza en The Nation, explico que hace muy poco, el 25 de agosto, la CIA decidió desclasificar dos documentos que llevábamos pidiendo desde hace muchos años: los President’s Daily Briefs (PDBs) –el resumen diario de la CIA para el presidente Nixon– del 8 y del 11 de septiembre de 1973. Se convocó un grupo de trabajo especial para aprobar esa desclasificación, pero no deben de haber tardado más de tres minutos en dar su visto bueno, porque la verdad es que no contienen nada especialmente secreto. Sin embargo, es significativo que se hayan desclasificado esos documentos porque la administración de Biden lo hizo a petición expresa del gobierno chileno del presidente Gabriel Boric. Ahora bien, estos dos documentos encabezaban una lista más larga, que también incluye los archivos de la investigación norteamericana sobre el papel que tuvo Pinochet en el asesinato de Letelier [ministro de Estado con el Gobierno de Salvador Allende].

¿Si no hay resistencia política, por qué se tarda tanto?

A mí me parece que es una resistencia más bien burocrática. Lo que ocurre con el caso de Letelier, por ejemplo, es que las fuerzas de seguridad no suelen compartir investigaciones que no resulten en un juicio. La idea es que hay que proteger la presunción de inocencia de los ciudadanos. Claro que, en este caso, es un argumento débil porque estamos hablando de un caso de terrorismo internacional, donde rigen otras normas. Aun así, es muy difícil convencer al Departamento de Justicia. Pero aún no hemos perdido la esperanza.

¿La CIA también se resiste por motivos burocráticos?

Aparte de que la CIA tiene la cultura institucional muy determinada –una cultura secretista que pretende proteger a sus fuentes a toda costa y que no se preocupa demasiado por respetar o hacer cumplir la ley–, la Agencia no tiene un especial interés en revelar los detalles de su relación con la DINA, la policía secreta chilena.

« La CIA no tiene un especial interés en revelar los detalles de su relación con la DINA, la policía secreta chilena »

Que no dejan de ser sus colegas y aliados, o exaliados.

La CIA ha sabido desde el 77 o el 78 que el asesinato de Letelier obedeció a una orden personal de Pinochet. Si en aquel momento –ya con Jimmy Carter en la Casa Blanca– la CIA hubiera dicho: “¿Saben qué? Esto es un acto de terrorismo internacional”, entonces a Pinochet le habrían destituido sus propios generales. El caso Letelier habría sido su Watergate. Hay documentos que demuestran que Pinochet consideró matar al propio jefe de la DINA, Manuel Contreras, porque era el único que sabía que la orden de matar a Letelier había sido suya. Pero, desgraciadamente, así no es como trabaja la CIA.

Así que Estados Unidos tenía información comprometedora sobre Pinochet… ¿La usaron para algún tipo de chantaje?

No. Estados Unidos sí intentó que Chile extraditara a Contreras y a Pedro Espinoza, su adjunto. Al final no funcionó. Pero todo el material que se juntó con ese fin acabó almacenado en una caja que suponemos que está en los archivos del Departamento de Justicia. Llevamos años intentando que se localice y abra.

Ha dicho que una nueva entrega de documentos desclasificados ayudaría a cambiar el relato chileno sobre el golpe y la dictadura. ¿Tendría un impacto similar en Estados Unidos? Quiero decir, ¿también serviría para cambiar el relato sobre el papel que tuvo Estados Unidos en Latinoamérica?

Yo soy un hombre viejo, voy camino de los 70 tacos. Tú, supongo, eres millennial.

No crea. Soy del 69.

Vale. Entonces tenías 6 años cuando, en el Senado de Estados Unidos, se convocó el Church Committee para investigar los abusos de la CIA, de la NSA y del FBI. Su formación fue provocada por un sonadísimo artículo del periodista Seymour Hersh en el New York Times, en diciembre de 1974, que fue una bomba. El escándalo que se armó fue del tamaño del Irán-Contra, para darte una idea. Fue la primera investigación real de las operaciones encubiertas de la CIA y otras agencias. Un caso en que se fijó ese comité fue, precisamente, el de Chile –que, casualmente, ha sido el único de la media docena de casos investigados por el comité que acabó desclasificándose–. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que la rendición de cuentas ya se dio. Fue entonces, a mediados de los años setenta, cuando mucha gente en Estados Unidos estaba furiosa por las atrocidades que estábamos cometiendo en Vietnam. Fue entonces cuando nos enteramos de las atrocidades cometidas por la dictadura chilena y cuando el término desaparecido entró al léxico del movimiento por los Derechos Humanos. De hecho, fue entonces cuando nació lo que hoy conocemos como el movimiento por los Derechos Humanos.

O sea, la verdad sobre el papel de Estados Unidos en Latinoamérica se conoce desde entonces.

El Comité nos dio ese relato, aunque no nos dio los documentos que estudió para escribirlo. Estos solo se empezaron a desclasificar en la época de Bill Clinton, después de la detención de Pinochet en Londres. Y en los años posteriores logramos que se desclasificaran cada vez más documentos.

Para usted, ha sido el trabajo de su vida.

Esta historia ha sido muy importante no solo para mí, sino para toda mi generación. El 50 aniversario del golpe no deja de ser una oportunidad para volver a prestarle la atención que merece. Es precisamente lo que pretendo hacer con mi libro y con el documental.

¿Y después?

No lo sé. Lo único que podemos hacer es aprovechar las oportunidades que se nos presentan.


AUTOR 

Sebastiaan Faber

Profesor de Estudios Hispánicos en Oberlin College. Es autor de numerosos libros, el último de ellos 'Exhuming Franco: Spain's second transition'

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BENDER, RECLUTADO POR
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