[ PINCHAR LA IMAGEN PARA AMPLIAR ]Diamela Eltit contra la extrema derecha en Chile: “Escribimos para impedir un gobierno rapaz, fundado en el desprecio”
Enrique Ibarra, representante del Gobierno de Jalisco,
y el escritor Sergio Ramírez entregan el premio FIL a Diamela Eltit.
PHOTO HECTOR GUERREROLa escritora chilena gana el premio FIL de Literatura este año y en su discurso habla sobre la crisis electoral en su país, la desolación que dejó la pandemia y las autoras que transformaron la literatura
“Hoy, las fuerzas de extrema derecha pugnan por gobernar Chile”, ha dicho la escritora Diamela Eltit, premio FIL de Literatura este año en Guadalajara, al principio de su discurso al recibir el galardón, y en referencia a las elecciones presidenciales que se definirán a mitad de diciembre entre el candidato de extrema derecha, Jose Antonio Kast, y de izquierda, Gabriel Boric. “Nuestra comunidad, la literaria, con el conjunto de la ciudadanía adversa a este escenario, estamos trabajando de manera intensa. Lo hacemos para impedir un gobierno rapaz, fundado en el desprecio”.
Diamela Eltit, novelista, crítica y cronista chilena, intelectual pública y profesora de escritura creativa en la universidad de Nueva York, fue premiada este año entre 71 candidaturas de siete países por, como expresó el jurado, “la profundidad de su escritura única”. Su obra “renueva la reflexión sobre la literatura, el lenguaje y el poder en el cambio de siglo. Una voz trenzada con los cuestionamientos más urgentes de la época contemporánea, en tiempos de pandemia, migraciones, depredación y devastación ambientales”.
En su discurso en Guadalajara, Eltit abordó aquellos cuestionamientos —ya sea en momentos de pandemia, en la derecha, o en las pesadillas del capitalismo— crisis diversas que ponen en riesgo una vida que ella ha defendido con un enfoque comunitario. “Gracias a los principios sociales de mi madre, siempre estuve parada en la vereda izquierda de la cuadra del mundo. Una vereda móvil, pensante y comunitaria. Jamás he traspasado ese territorio ético”, dijo la autora.
Diamela Eltit levanta el Premio FIL a un lado de Sergio Ramírez.
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“Debemos considerar la asimetría causada por la desigualdad”, añadió Eltit. “La vocación a la insaciable acumulación de riqueza representa la forma más intensa y desviada de una enfermedad semejante a la que se conoce como mal de Diógenes. Porque ha sido la desigualdad, la que ocasionó diferencias en el marco de una enfermedad común y detonó lo que llamo ‘la muerte pobre’, que se cursó en el interior de espacios hacinados, en medio de insuficiencias hospitalarias o debido a la falta de acceso”.
Eltit, autora de novelas como Jamás el Fuego Nunca, publicó sus primeros textos viviendo en Chile durante la dictadura de Pinochet, como Lumpérica y Por La Patria, y solo salió del país cuando fue nombrada agregada cultural en México durante el primer Gobierno democrático, de 1990 a 1994. Su discurso en Guadalajara fue también una oportunidad para hacerle un homenaje a la enorme herencia literaria de los autores mexicanos.
“Como lectora, era y soy completamente rulfiana”, dijo con respecto a Juan Rulfo, autor de Pedro Páramo, que calificó como “una de las obras más valiosas del continente, pues consiguió otorgar una poética a los espacios no centristas”. Rulfo, añadió, “convirtió la muerte en un viaje inacabable por los tiempos, fundió y confundió la ecuación muerte-vida para referirse al amor y al poder. La milpa ondeó en su relato y las hablas populares protagonizaron las escenas. Juan Rulfo acudió al fragmento para construir continuidades. Convirtió la escritura en un conjunto de imágenes que se fijaron en cada uno de los imaginarios de los lectores. Comala fue el sitio más importante de la tierra literaria”.
Pero por su discurso también pasaron tres autoras mexicanas que han hecho historia: Elena Garro (”porque revisitó, mediante una poderosa intervención al tiempo, la caída de Tenochtitlan, a la Malinche, su Malinche, esa que generó en su relato La culpa es de los Tlaxclatecas) Elena Poniatowska (“su incursión en las hablas, en los cuerpos, en las vidas, las formas, la ironía, de sus importantes libros que abrieron un horizonte para los cuerpos populares y sus subjetividades”) y Margo Glantz (“que en un tiempo precursor, se internó en lo que hoy se denominan como géneros híbridos. Me refiero a espacios hasta donde concurren diversos discursos literarios móviles, imposibles de delimitar. Hizo de la literatura una experiencia”).
Los asistentes a la ceremonia mantuvieron un minuto de silencio en honor a la memoria de la escritora Almudena Grandes.
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A diferencia de lo que han hecho ferias, paneles o editoriales, Eltit no considera que a estas mujeres, ni a las autoras que les preceden, deben catalogarse en un espacio distinto al de la literatura que hicieron Rulfo o Cortazar. “Las autoras, a pesar de producciones muy elocuentes, son catalogadas bajo el signo: literatura de mujeres. Y la literatura, la única, la importante, es un decir, no necesita de acotación alguna”, dijo. “Ni basta ser mujer, pero tampoco basta ser hombre en la tarea de construcciones solventes literarias. Lo importante son las estéticas, el asombro. Después de décadas de habitar el espacio literario, me parece que es necesario desbiologizar completamente la letra”.
La polarización entre dos mundos ocurre dentro y fuera de la literatura: en la política electoral, en los géneros y sexualidades, en la terrible desigualdad entre quienes buscan una vida comunitaria y quienes temen lo común. “El afuera de la letra, quiero decir su campo social de recepción y difusión literaria, está escindido, opera como un espacio binario”, dijo Eltit. Para fundirse en uno, quizás, no quede mejor camino que escribir y leer. “La literatura es múltiple. Una sede de goce”, dijo Eltit. “La literatura es capaz de atravesar, acortar y cortar sus propios géneros. Con constancia y decisión, es que me refugio en la certeza de un futuro horizonte igualitario”.